El Heraldo
Opinión

Defecto humano

El mundo está recordando que han pasado 100 años de la Primera Guerra Mundial. Si Hitler y Stalin llegaron a donde llegaron no fue sino por el beneplácito de unos pueblos deslumbrados por el poder y la incontrolable locura de la osadía por el dominio del mundo, que supuso la Primera Guerra Mundial, desde la que todavía, aunque queramos dárnosla de más equilibrados, seguimos empeñados en la misma incongruencia de que para mantener la paz hay que acudir al castigo y a la humillación que supone toda guerra. Más de 19 millones de personas perdieron la vida en esta odisea, entre combatientes y civiles, ganándose el título del “quinto conflicto más mortífero de la historia de la humanidad”, al que ya sabemos le seguiría la Segunda Guerra Mundial y esperemos que nuestros obcecados gobernantes no nos lleven a una tercera.

Hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, llamada la Gran Guerra o Guerra Mundial, expresión que Alemania, Francia y Reino Unido –y más tarde ya en 1917, con la intervención de Estados Unidos, llamada La Guerra Europea– duraría desde el 28 de julio de 1914 hasta noviembre de 1918. Esta guerra llamada “del 14” desataría una crisis entre las distintas alianzas internacionales a las que se convocaron para llegar a un acuerdo desde el que, en pocas semanas después, paradójicamente, todas las grandes potencias europeas estaban en guerra y el conflicto arrasaba Europa. El zipizape se armó mientras Rusia se movilizaba y Alemania invadía Bélgica. Luxemburgo, en su camino a Francia, hizo entrar al Reino Unido a declarar la guerra a Alemania. Los alemanes fueron detenidos por los franceses a pocos kilómetros de París. Y se armó “la marimorena”.

Tras el fin de la guerra, cuatro grandes imperios dejaron de existir: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano. El mapa de Europa y sus fronteras cambiaron por completo y varias naciones se independizaron y otras se crearon. El caldo de cultivo de la revolución rusa llevaría al socaire de la Primera Guerra Mundial al primer Estado en la historia autodenominado socialista: la Unión Soviética.

El resultado de la convulsión que provocó la desestabilización de Europa allanó el camino para la fundación de la Sociedad de Naciones con el objetivo de evitar que se repitiesen conflictos de tan trágica magnitud. Paradójicamente, dos décadas después estallaría la Segunda Guerra Mundial, a la que le achacaron las razones de los nacionalismos, la debilidad de los estados democráticos y el rencor de Alemania por la humillación tras su derrota que facilitaría el auge del fascismo y la llegada de Hitler.

Estamos celebrando el centenario de una guerra que fue la primera de estos 100 años. La demostración, de que parecemos no tener enmienda a la hora de evitar los enfrentamientos bélicos y los humanos. Nos condolemos los unos con los otros. Nos importan las personas. Y sin embargo, a pesar nuestro, no somos capaces de evadirnos del defecto humano que parece inherente a nuestra condición: tropezar en la misma piedra.

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