“No podemos abandonar la esperanza de un cambio en Venezuela, de volver como familia a nuestro país. Hace 4 años huimos, y por primera vez en tanto tiempo tenemos cerca el sueño de regresar, pero las sombras del pasado persisten y hoy golpean con más fuerza", expresa Silvana Beltrán, migrante venezolana.

En solo un mes miles han abandonado Venezuela, sumándose a los más de 7 millones en la diáspora. La crisis venezolana impacta a sus países vecinos, especialmente a Colombia. Aunque la victoria de la oposición parece clara, Maduro se niega a reconocer la derrota y ha respondido con represión. Si se mantiene en el poder y llegara a posesionarse en enero del 2025, se desencadenaría una nueva ola migratoria masiva para la cual la región no está preparada, dadas sus condiciones políticas y económicas actuales y en razón al contexto bélico internacional.

Colombia se ha destacado internacionalmente por las acciones de acogida para casi 3 millones de migrantes venezolanos. A diferencia de otros países, desde 2017 Colombia ha implementado medidas de flexibilización migratoria, adaptando sus entidades y creando instancias de coordinación para su atención. Inicialmente, se tomaron acciones humanitarias y, ante la permanencia de los migrantes, se adoptaron políticas para su integración, como el Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos (ETPV).

El rol de las ciudades ha sido clave, destacándose Barranquilla que desde 2019 lidera iniciativas en gestión migratoria como el ‘Centro de Integración Local para Migrantes’. Esta innovadora propuesta ha recibido múltiples premios y ha inspirado la creación de los Centros Intégrate en 9 ciudades del país.

Si bien Colombia cuenta con políticas para abordar la migración de la población venezolana que se consolidaron en gobiernos anteriores, el gobierno de Petro está llegando tarde a su implementación y el peso de la integración le ha tocado a las ciudades. Lo que se traduce en que no hay una capacidad institucional suficiente a nivel nacional para abordar una segunda oleada migratoria, tanto así que no se tiene una idea clara de qué hacer con las personas que hoy en día están en el país y no pudieron acceder a mecanismos de regularización como el ETPV.

La diáspora venezolana es un símbolo de la degradación política e institucional en Venezuela, y ante la imposibilidad de un cambio lo más probable será el aumento de la migración. En este escenario, el gobierno colombiano no solo debería exigir transparencia en los resultados de las elecciones, sino también prepararse para una eventual oleada migratoria, ya que de no hacerlo se podría generar una crisis humanitaria sin precedentes.