¿Por qué el bollo de coco se llama “bollo angelito” y el blanco “bollo limpio”? Alfonso Morón León, B/quilla
El primero de noviembre de cada año se celebra el Día de los Muertos, tradición religiosa y popular que en algunos países, en particular Colombia, también se nombra como Día de los Angelitos, en alusión a niños fallecidos que en esa fecha, ´convertidos´ en niños vivos vestidos como ángeles, acuden en grupos a solicitar bollos y confites, víveres y bastimentos y todo lo que sirva para el banquete comunitario de horas más tarde. En la Costa son archiconocidas las coplas que, sobre todo antaño, cantaban los niños-ángel cuando pedían: “Ángeles somos, del cielo venimos…/. No me veas, no me veas,/ saca el bollo de la batea./ No te dilates, no te dilates,/ saca el bollo‘el escaparate”. Los bollos de angelito son dulces porque a la masa de maíz blanco con la que se preparan se le agrega azúcar, anís, coco, leche y algunas veces queso y miel. Su color amoratado se debe a que la masa se tiñe con las hojas de un arbusto que abunda en matorrales costeños, el Arrabidea sanctae-marthae Spr, popularmente llamado “pintabollo”, aunque también puede teñirse con capachos de mazorcas moradas o veteadas. El bollo limpio viene envuelto en hojas de mazorca corriente, y así se llama porque no tiene mayores adiciones.
García Márquez posaba de gourmet: vinos excelsos, delicias refinadas… ¿Poco apreciaba las viandas populares costeñas? AEMD, Bogotá
Sí apreciaba nuestras viandas populares. Y las enumeraba muy bien. No cabría otra cosa en quien se propuso un relato abarcador de la historia y las costumbres de una estirpe costeña, signada por la inédita maldición de la cola de cerdo, predicha y cifrada por Melquíades en sus manuscritos. De ferias populares hay ejemplos en Macondo. La siguiente muestra, donde el autor se luce con una prolija enumeración, está tomada de Los funerales de la Mamá Grande: “Hasta cuando cumplió los 70, la Mamá Grande celebró su cumpleaños con las ferias más prolongadas y tumultuosas de que se tenga memoria. Se ponían damajuanas de aguardiente a disposición del pueblo, se sacrificaban reses en la plaza pública, y una banda de músicos […] tocaba sin tregua durante tres días. Bajo los almendros polvorientos […], se ponían ventas de masato, bollos, morcillas, chicharrones, empanadas, butifarras, caribañolas, panes de yuca, almojábanas, buñuelos, arepuelas, hojaldres, longanizas, mondongos, cocadas, guarapo, entre todo género de menudencias, chucherías, baratijas y cacharros, y peleas de gallos y juegos de lotería”.
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