La palabra castigo tiene muchas interpretaciones pero un solo fin, corregir los errores mediante un método que se supone efectivo para lograrlo. Mucho se discute sobre tal punto porque hay un límite entre el castigo y el maltrato, línea que se sobrepasa con mucha frecuencia al intentar corregir a nuestros hijos sin tener una idea clara de lo que se quiere hacer y donde están de por medio una serie de emociones que hacen más difícil su comprensión, emociones en el castigado y en el castigador.
Cuando menciono esta palabra en la consulta los padres se incomodan al ser analizado y calificado el método que utilizan para corregir a sus hijos. La primera emoción de los padres es defenderse diciendo que ellos no los golpean, y yo les aclaro que no se ha utilizado esa palabra en la consulta. La segunda es de desconcierto al entender las razones por las cuales su método no es efectivo para corregir a su hijo.
La primera razón para corregir es hacer un diagnóstico de la conducta que se pretende cambiar en el menor. ¿Es este niño consciente de lo que está haciendo?, ¿tiene la edad y la cognición para entender la conducta que se pretende corregir y/o enseñar?, ¿son claros los roles de autoridad en casa?, ¿este error es un acto que se repite a pesar de todos los discursos de los padres para que mejore?
El golpe nunca ha corregido nada, ese cuento de los abuelos de decir que “la letra con sangre entra”, no es válido. En primer lugar, porque con los golpes el niño obedece por temor y no por respeto, que es lo que se quiere. En segundo lugar, ¿qué hace un padre cuando el menor le dice que no le dolió el golpe? Con los golpes lo único que queda es el resentimiento del niño hacia los padres.
En consulta recomiendo el método que utilizaba mi madre para corregir mis errores. Lo primero que hacía era sentarme a su lado y pedir una explicación del acto que cometí, lo cual era muy incómodo. Lo segundo era más complicado al preguntarme la o las razones por las cuales cometí la falta. Pero lo terrible era la pregunta final: ¿Qué castigo crees que mereces? Mientras este interrogatorio ocurría, mi padre sólo pasaba y miraba de reojo, y yo con la mirada le rogaba para que resolviéramos esta tortura con un par de correazos, algo que nunca ocurrió.
El peor de los castigos es quitarle al hijo lo que más le gusta y por tiempo indefinido. Hoy en día lo que funciona es quitarles a los hijos lo que los padres les dan, precisamente, para mantenerlos quietos y sin cometer errores: las pantallas. Quítele a su hijo, niño o adolescente, las pantallas por varios días y lo tendrá caminando por la raya. Funciona.
haroldomartinez@hotmail.com








