El Caribe Colombiano, sobre todo Barranquilla y sus alrededores, vive un mundo diferente y, afortunadamente, aislado del protagonismo del acontecer nacional. Mientras Petro y su cuadrilla de desvergonzados siguen en su tarea de joder a Colombia, aquí andamos felices con Álex, con la Luna del Río, con las victorias de Junior Tu Papá (¡hoy ganaremos!), y con nuestro propio desarrollo, así que la reciente vergüenza que nos hace pasar el desgobierno petrista, aunque nos afecta y nos produce sensación emética, no nos da tan duro.
Es vergüenza internacional que el grupo investigativo periodístico de Caracol sea más eficiente y eficaz que los propios organismos de seguridad del estado, y les informe a éstos y al público aconteceres teóricamente clasificados y secretos de los que no tenían idea ni ellos, y mucho menos nosotros de la situación y de los, aún más vergonzosos, niveles de infiltración y hasta de manejo que las bandas narcotraficantes han alcanzado en el aparato estatal, con la directa participación criminal de altos funcionarios del gobierno que están en la tarea de minar a nuestro glorioso ejército nacional, pues de su apoyo depende que Petro logre su propósito de eternizarse en el poder. Es que sin fuerza pública no hay autogolpe que prospere. En cualquier país medio decente semejante revelación habría sido devastadora para un gobierno. Es claro que sabían todo, pero que nos lo ocultaban. Difícil creer que los organismos de inteligencia, aunque dirigidos por ineptos, no estén al tanto de lo que ocurre en el país.
Oposición verdadera no hay. Lo que hay es un hipotético debate presidencial entre un grupo de aspirantes cuya profesión es ser candidatos, con la expectativa de que les sirva de trampolín. Por ello es ejemplarizante la actitud del brillante senador Mauricio Gómez Amín quien, priorizando el bien nacional sobre sus propios propósitos, declina su aspiración en favor de Abelardo De la Espriella, puntero en la encuestas y ficha firme para contrarrestar a Cepeda el malo, quién sería mucho peor que Petro, pero se promociona como serio, aunque todos conozcan su verdadera esencia, al punto que el mismo Petro tiene claro que ni siquiera el mismo Cepeda, en caso de ganar una elección, sería garante para evitar la persecución y el “canazo” que se le vendría encima, y que lo obligaría, cual Maduro, a mendigar un país donde pudiera asilarse.
Por ello en los presupuestos petristas no cabe ningún debate electoral a la presidencia. Petro sabe bien que, aunque su candidato gane, de todas maneras él pierde.
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