El título de esta columna lo he tomado de una célebre frase del “regenerador” Rafael Núñez pronunciada dentro del tormentoso siglo XIX en medio de las discusiones sobre el radicalismo liberal, a mi juicio una de las etapas más progresistas en el país.
Ya me he ocupado en varias columnas de la manera en que pasamos del bipartidismo -con sus evidentes fallas- a la ausencia de partidos con fundamentos ideológicos y programáticos, convertidos únicamente en entelequias jurídicas para repartir o negociar avales.
Hoy tenemos además la confusión entre los conceptos políticos de izquierda, derecha o centro, utilizados por nuestros nuevos “ideólogos” de las redes, solamente con fines electorales.
¿Cuáles pueden ser las fronteras? En los siglos diecinueve y veinte aparecían relativamente claras: la relación entre libertad y orden; el papel del Estado en la economía y la educación; el tamaño del Estado; la confrontación o la negociación para resolver conflictos armados; federalismo y centralismo; la actitud frente a temas como el matrimonio civil, el divorcio, el aborto; el rol de la mujer en la vida pública; la pena de muerte; la distribución del ingreso; las garantías sociales; la participación ciudadana en la integración del poder; y, el control civil sobre el poder militar, entre otros tópicos.
Hoy los encuestadores le preguntan a la gente si se consideran de centro, izquierda o derecha, sin indagarles sobre qué representa para ellos cada una de estas categorías. La nueva ley tiende a que las encuestas registren hechos políticos y no los induzcan y a que exista un verdadero debate público y no un cruce de encuestas no siempre representativas.
Toda esta confusión se ha acentuado a partir de la afirmación de que el actual gobierno es el primero de izquierda. No puede serlo simplemente por provenir de un movimiento de la guerrilla que entró en un proceso de paz, movimiento que tuvo su origen en la ANAPO. Las FARC, el ELN y en cierta forma el EPL eran considerados de izquierda -armada- porque buscaban la implantación violenta de un régimen comunista. Paradójicamente la existencia de esa guerrilla -con todas sus atrocidades- frenó el surgimiento de un movimiento social demócrata en Colombia por la indebida asociación entre guerrilla armada y la izquierda, lo que sí fue posible en otros países de América que no tuvieron estos movimientos armados.
Si nos atenemos a los conceptos clásicos, el de Petro no es el primer gobierno de izquierda. El radicalismo liberal de 1863 abrazó banderas como la reducción del presidencialismo, la justicia social, la separación entre iglesia y Estado, el bloque de constitucionalidad y, en la provincia de Vélez, hasta el voto para la mujer.
López Pumarejo con su “revolución en marcha” adoptó el concepto de Estado Social de Derecho en la reforma del 36 que además introdujo la función social de la propiedad, la dirección general de la economía a cargo del Estado y el derecho de huelga y adelantó la más audaz reforma agraria con la ley 200 de 1936. Carlos Lleras con Alberto Lleras, en 1961, impulsó una reforma agraria creando el INCORA. En 1963, hizo aprobar unos estatutos del liberalismo en los que se describía al partido como una “coalición de matices de izquierda.”
Sin desconocer los temas sociales que impulsa el gobierno Petro, surgen varias preguntas. ¿Es de izquierda un gobierno elegido con el apoyo de muchos sectores de los odiados partidos tradicionales? O, ¿entregarle girones de poder o asociarse con políticos artífices de los gobiernos de Uribe y Santos o conservadores como Trujillo, Ape Cuello y Wadith Manzur? O, ¿son de izquierda los políticos del “Verde” vinculados a reconocidos casos de corrupción?
La Constitución del 91, con los aportes de la del 36 y del 68, podría esa sí, considerarse de izquierda al consagrar la función social de la propiedad, la dirección de la economía a cargo del Estado, la responsabilidad social de las empresas y un largo etc. Tal vez estamos buscando el ahogado rio arriba…
JAIME CASTRO
Como lo escribió ayer Oscar Alarcón en El Espectador, meritoria la vida de Jaime Castro, parcialmente reseñada en el texto Manojo de recuerdos presentado ayer en el Gimnasio Moderno. Jurista y político producto de su propio esfuerzo. Estadista de verdad, reformador en Bogotá, de una rectitud a toda prueba y quien de no haber sido por la degradación de la política que estamos viendo, debió ser un buen presidente para Colombia.
@gomezmendeza


