Hoy la Región Caribe tiene la posibilidad de avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo territorial, materializando el espíritu descentralizador que inspiró la Constitución de 1991.
Hace algunas semanas se presentó ante el Congreso de la República el Proyecto de Ley 256 de 2025, que busca transformar al Caribe de la actual Región Administrativa y de Planificación (RAP) en una Región Entidad Territorial (RET), con autonomía política, administrativa y financiera, según lo planteado en la iniciativa.
Si el proyecto es aprobado, los ciudadanos de los departamentos que conforman la región serían consultados el próximo año mediante referendo para su adopción definitiva.
El Caribe se convertiría así en la primera RET del país, un logro que no se ha gestado de un día para otro, sino que responde a la visión de los constituyentes de la región, quienes defendieron en la Asamblea Constituyente un esquema de descentralización regional que quedó finalmente plasmado en la Constitución.
La conformación de la RET Caribe representaría una oportunidad para articular proyectos sociales, económicos y de infraestructura necesarios para impulsar el desarrollo regional y convertir al Caribe en un nuevo polo industrial, logístico, turístico y energético para el país.
Para que ello sea posible, no bastará con la voluntad de los congresistas, de los gobernadores y de los ciudadanos que tendrán la última palabra, sino que será necesario diseñar un programa serio que trace la hoja de ruta para superar la inequidad, la pobreza y las brechas de productividad entre los distintos departamentos.
Esto implica que, además de cumplir con las formalidades del trámite legislativo y su posterior refrendación ciudadana, debe ampliarse la conversación al sector privado, la sociedad civil y la academia, con el propósito de que este proyecto se fundamente en la concertación y el consenso, y de que recoja las diversas realidades de los territorios de la región.
Este ejercicio debe pensarse desde principios rectores como el Respice in mari (mirar al mar) y, tal como lo plantea Carlos Rodado Noriega en su capítulo del libro Visión 2030: Colombia se puede transformar, ir más allá de la descentralización fiscal y avanzar hacia una descentralización espacial que promueva el desarrollo regional con una visión centrada en el desarrollo humano.
El Caribe tiene todo el potencial para crecer económicamente y superar los altos índices de pobreza que afectan a miles de sus habitantes. Una visión de desarrollo regional basada en la autonomía territorial -como ha ocurrido en países como España o Alemania- puede ser el primer paso hacia una arquitectura administrativa que responda al contexto y a las particularidades de la región.
Todo lo que se haga en favor del Caribe será también en favor de Colombia, y del establecimiento de un Estado capaz de saldar deudas históricas y responder con justicia a quienes por años han estado en la periferia del desarrollo.
@tatidangond