Difícil, muy difícil pensar el futuro de Colombia con el nivel de pobreza existente. En el libro España del analista de la revista The Economist Michael Reid se cuenta que en el 1971, al final de la dictadura del general Francisco Franco en España, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon envió al general Vernon Walters a entrevistarse con el dictador. La preocupación norteamericana sobre el futuro de España tras la próxima muerte del dictador era legítima. Para el mundo, el fin de la dictadura no podía engendrar una nueva guerra civil que le había costado más de 300,000 muertos a la península entre 1936 a 1939.

Franco le dijo que no habría guerra civil a su muerte y que la transición sería pacífica. Walters le preguntó que como podía asegurarlo, pensando que se iba a referir a la fortaleza de las fuerzas armadas. Franco con seguridad, le dijo que no pasaría nada porque dejaría España con una clase media consolidada.

Esta anécdota es muy relevante frente a lo que ocurre en Colombia. Si comparamos los ingresos per cápita en la región, el país sale mal parado y la pobreza es la regla y no la excepción. En Uruguay, el ingreso es de US 23,053, Panamá US 19,369, Costa Rica US 17,860, Chile, US 16,800, Perú US 8,452 y Colombia US 7,914. Si tomamos como referencia España, la diferencia es abismal. Ese país cuya población es similar a la colombiana tiene un ingreso per cápita de US 35,092. Sus exportaciones pesan el 35% de su PIB, mientras que en Colombia pesan el 16,5%. Los ingresos por impuestos y cotizaciones en Colombia equivalen al 22% del PIB en España el 37,8%.

Con este panorama económico, lo político se complejiza. Hoy 18,3 millones de colombianos viven en situación de pobreza monetaria, esto es el valor en dinero que necesita una persona al mes para adquirir una canasta básica familiar.

Tenemos 6,9 millones de personas en pobreza extrema, lo que significa que esas personas no tienen ingresos para cubrir sus necesidades básicas en alimentación, vivienda, salud, educación y otros servicios esenciales. Si tomamos en cuenta las dos cifras, casi el 50% del país vive en la pobreza, lo que lleva a que cualquier discurso demagógico en Colombia tenga posibilidad de triunfo porque los ciudadanos no pierden nada votando por una u otra opción.

Esa es la realidad de Colombia. La llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia en el 2022 se presentó por múltiples razones. Una por el carácter de ruptura contra las instituciones colombianas que él representaba, pero otra muy clara es por la imposibilidad por parte de los diferentes gobiernos de romper las cadenas de pobreza del país. Es cierto que Colombia ha mejorado, pero también lo es que la corrupción, la falta de políticas sociales efectivas y la politiquería han roto el tejido social. Si a eso le adjuntamos la criminalidad organizada alrededor del narcotráfico y la minería ilegal, entre múltiples crímenes el aporte de recursos al circuito económico es de casi 100 billones de pesos. Adicional a esto, la dependencia de las remesas ha llevado a Colombia a recibir 50 billones de pesos anuales de millones de expatriados que no encontraron oportunidades en su país.

Con estas cifras tan graves, lo evidente sería configurar una gran unidad nacional alrededor de la lucha contra la pobreza con el propósito de que Colombia en los próximos 30 años pueda construir una clase media que inhiba la lucha armada y la criminalidad. Si ese camino no se toma, podremos cambiar de gobiernos, de presidentes y de discursos, pero no podremos sacar a nuestra gente de la miseria. El futuro de Colombia debe encaminarse en esa cruzada contra la pobreza.

Ex fiscal general de la Nación

Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)

@FGFBarbosa