Hoy conmemoramos 206 años del enfrentamiento bélico para la libertad de nuestro país. El 7 de agosto de 1819 se libró la Batalla de Boyacá con la que se selló la independencia de Colombia.

Hoy más que nunca los colombianos debemos reflexionar acerca de la necesidad de lucha para una nueva emancipación. Esta vez para liberarnos del yugo de una clase política, que inclemente desde el mismo 7 de agosto de 1819, ha gobernado de espaladas a las necesidades del pueblo, llevando al país a ser en el mundo el más desigual, antidemocrático y saqueado en sus arcas públicas, según estadísticas recientes.

Se necesita un nuevo 7 de agosto el 31 de mayo de 2026, fecha en que se nos convoca para elegir a quien será el presidente de la república 2026-2030.

Ese día tenemos la obligación de librar una batalla democrática en las urnas para liberarnos, tanto de la derecha como de la izquierda, únicos responsables de la debacle nacional.

Debemos prepararnos para elegir en 2026 el presidente correcto de los colombianos, con el propósito de no revivir la triste historia de sentirnos estafados, defraudados y desilusionados, por haber permitido con nuestro voto llevar a la peor recua de los políticos del planeta, a la presidencia de Colombia.

Se necesita un estadista quien en este momento lamentablemente no se avizora. Pero más allá de la triste carencia de liderazgo nacional, patentizada en los 75 autoproclamados precandidatos presidenciales, -de los que en suma no sale uno-, los colombianos debemos tener claro que elegir el presidente correcto es tan serio como elegir persona para casarnos.

Elegir el presidente correcto de los colombianos requiere un examen profundo antes de depositar el voto el 31 de mayo de 2026, por lo menos hay que evaluar las siguientes dimensiones:

1.- ¿Quién es el candidato?; ¿Cuál es su formación académica o conocimiento?; ¿Cómo es su situación económica?; y, ¿Quiénes son su familia y amigos?

Esta dimensión personal permite al elector tener un acercamiento al equipamiento personal del candidato presidenciable: taras, carácter, intelecto, debilidades, vicios, rasgos de personalidad, economía, conocimiento, familia y autocontrol del candidato estadista.

2.- ¿Cuántas investigaciones disciplinarias, legales, fiscales, contravencionales o criminales tiene el candidato presidenciable?; ¿Qué antecedentes criminales tiene el candidato presidenciable?; ¿Cuántas condenas tiene el candidato presidenciable?; y, ¿Cuántos delitos fiscales o contra la hacienda pública ha cometido?

El ciudadano elector promedio debe elegir un candidato presidenciable correcto, sin antecedentes e investigaciones de ninguna índole, ni de su familia y amigos.

3.- ¿Cuál es la trayectoria laboral del candidato? i.- Su gestión laboral históricamente en lo público se caracterizó por el sobreendeudamiento de la hacienda pública. ii.- Su gestión laboral en lo público estuvo marcada por el favorecimiento a una clase social en particular. iii.- Su gestión en la empresa privada, aunque positiva en algunos aspectos, ocasionó la quiebra empresarial. iv.- En los cargos ocupados a nivel público y privado, se caracterizó por haber escalado sin mérito alguno. v.- Su gestión en cargos públicos o privados históricamente siempre fue oscura. vi.- Su gestión pública tanto como privada permite recordarlo por las obras en beneficio común entregadas.

Se sorprenderá como ninguno de los actuales precandidatos pasa este escrutinio. Necesitamos un nuevo 7 de agosto en las elecciones de 2026.

@orlandocaba