Es una mujer enferma. Ha buscado ansiosamente la salud y no la ha conseguido. Su vida se le va del cuerpo con cada minuto que pasa. Ella ha oído hablar de Jesús de Nazaret y ha decidido ir a encontrarlo. Sabe que las soluciones no caen del cielo. Cuando llega, hay una multitud en torno a él. No tendrá la posibilidad de un momento a solas con ese que tiene la fama de sanar y liberar a todas las personas. En un momento de interiorización decide ir hacia él. Se convence de que con solo tocar la orla de su manto recibirá la salud que está buscando. Cuando toca el manto de ese hombre, todo parece quedarse quieto; en ese momento solo están ella y él, no hay nadie más. Ella le cuenta toda su verdad y él le dice: “Por tu fe has sido sanada”, y así sucedió. Es un relato de una experiencia del evangelio de Marcos (5,25-34). Este relato no es solo historia: es guía para nuestro hoy.
La decisión de la mujer de buscar sanación. Ella se sabe responsable de su vida. No espera, sino que se moviliza para encontrar salud. Creo que esa actitud nos debería caracterizar a todos. Debemos buscar bienestar. Por ello debemos estar alerta a todo lo que nos ocasiona disturbio, enfermedad o dolor. No podemos acostumbrarnos a no estar bien ni debemos permanecer en lo que nos destruye lentamente. Necesitamos saber salir de las situaciones dañinas en busca de la salud.
La fe de esa mujer que se desangra. No pidió una cita con Jesús, no esperó tenerlo para sí sola en un momento, ni quiso ser el centro de la actividad. Ella confiaba en lo que ese hombre podía hacer y por eso solo quería tocar, aunque fuera su manto. A veces somos muy pretenciosos espiritualmente, tenemos unas exigencias demasiado complejas que nadie puede satisfacer, esperamos que la vida se realice según nuestros caprichos. Para vivir en bienestar necesitamos ser más simples y encontrarle una razón a lo que sucede en medio de la sencillez de la vida.
La disposición de contarle toda su verdad. Estoy convencido de que esa verdad tiene que ver con su enfermedad. Nada nos daña más que no aceptar lo que somos y tenemos. Cuánto dolor nos causa rechazarnos por no ser como otros quieren que seamos. Ella le dice a él todo lo que ha vivido en este tiempo que lleva buscando salud. Sin aceptarnos no podemos ser felices. A veces la vida se nos va a chorros por querer satisfacer las exigencias de aquellos que, estando a nuestro lado, nos piden una perfección que ellos mismos no tienen.
Ahora ella es una mujer sana y sigue adelante con su vida. Y su nos recuerda que el milagro empieza cuando decidimos, confiamos y decimos la verdad sin miedo.