He notado que los espárragos dan un olor peculiar a la orina… María de E., Barranquilla
Ese olor, que a veces es fuerte, solo lo desatan los espárragos, porque contienen el llamado ácido asparagúsico, sustancia que después de ingerida se metaboliza en el organismo en una serie de compuestos químicos sulforosos que dan a la orina esa emanación intensa. Por razones hereditarias, no todas las personas pueden percibir ese olor, pero entre quienes sí pueden las opiniones varían, pues unos lo describen como muy grato y otros como apestoso. Entre los primeros, figura el escritor francés Marcel Proust (1871-1922), a quien no le fue concedido el Nobel de Literatura, uno de los primeros desaciertos de la Academia Sueca. Pues bien, Proust, en su novela En busca del tiempo perdido, escribe: “Pero lo que me deleitó fueron los espárragos […]. Me pareció que sus tonos celestiales revelaban las deliciosas criaturas que se habían metamorfoseado alegremente en vegetales y que, tras el disfraz de su carne firme y comestible, revelaban […] la preciosa esencia que reconocí cuando, después de una cena en la que los había comido, durante toda la noche jugaron, en farsas tan crudas y poéticas como una obra de Shakespeare, a convertir mi bacinilla en un frasco de perfume”. Por su parte, García Márquez, en El amor en los tiempos del cólera, describe un rasgo del doctor Juvenal Urbino: su aprecio por el olor de su orina después de haber comido espárragos: “... [el doctor Urbino] se fue a dormir casi a las tres. Antes disfrutó del placer instantáneo de la fragancia de jardín secreto purificada por los espárragos tibios”. Y, más adelante: “Aun cuando no era tiempo de espárragos, había que encontrarlos a cualquier precio, para que él pudiera solazarse en el vapor de su propia orina fragante”. Por último, en un informe presentado a la Sociedad Química Alemana por dos científicos, Sabine Streller y Klaus Roth, la primera dice que “la orina de espárragos huele repulsiva, acre y desagradable”; y el segundo que “es dulce, aromática y agradable”.
Un enamorado, al que había ‘zafado’, me dijo: “Haré hasta lo imposible para conquistarte”. ¿Percibe usted el absurdo de esta frase cursi? L. M. Collante, B/quilla
A favor de la locución “Haré hasta lo imposible” puede decirse que es un uso familiar del idioma para expresar un deseo vehemente y definitivo valiéndose de una hipérbole, es decir, de una exageración, quizá la mayor que pueda existir, pues hacer hasta lo imposible para alcanzar algo es una acción que no puede ejecutarse, precisamente, porque es imposible.