En medio de un recorrido plagado de manifestaciones folclóricas, las puertas de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico –considerado como el templo de la cultura y las artes en Barranquilla, el departamento y el Caribe colombiano– volvieron a abrirse tras largos siete años de espera.

Atrás quedaron los días en que estudiantes y docentes, emulando a los gitanos errantes del universo macondiano de Gabriel García Márquez, cargaban sus instrumentos y lienzos de un lado a otro, instalándose en espacios provisionales sin la certeza de cuándo regresarían a su hogar natural.

Para alcanzar este propósito fue necesaria una inversión por el orden de $41.516 millones, destinados para el reforzamiento estructural de la cimentación, la mampostería y las vigas de amarre sismorresistentes, así como la recuperación artesanal de cubiertas con estructura de madera y tejas de cemento de estilo republicano, fabricadas especialmente para el proyecto.

La renovación de techos, acabados y sistemas de aire acondicionado, y la instalación de rampas en todos los bloques para garantizar la accesibilidad universal fueron otras de las intervenciones que se adelantaron para contar con un centro cultural de primer nivel en la ciudad.

A lo largo de estos años se debieron sortear diversas situaciones, en especial, con diseños –teniendo en cuenta que se trata de una edificación de carácter patrimonial– y la consecución de los recursos.

“Entregamos a los estudiantes una infraestructura de primer nivel que los acogerá como una verdadera cuna de artistas, permitiéndoles desarrollar su talento en un entorno seguro y moderno”, aseguró el gobernador Eduardo Verano, quien en su tercer periodo de gobierno le puso el ‘acelerador’ a este proyecto de gran impacto.

No hay que dejar de lado que el trabajo en conjunto fue clave para este logro. Tras el desplome del aula magna y el colapso del teatro Pedro Biava –ocurridos en 2017 y 2018, respectivamente– se conformó la Mesa Pro-Bellas Artes, con la participación de estudiantes, docentes, directivos, el decano y representantes de la Gobernación del Atlántico.

Desde dicha instancia se impulsó, sin descanso, la reconstrucción integral no solo de los dos bloques afectados, sino de otros espacios como el Museo Arqueológico, la Galería Alejandro Obregón, la decanatura o área administrativa, todas las aulas académicas de artes plásticas, danza, teatro y exposiciones, así como los jardines internos y las áreas de acceso al complejo cultural.

Gracias a ello, los cerca de mil estudiantes de los programas de Artes Plásticas, Arte Dramático, Música, Licenciatura en Música y Danza ahora cuentan con auditorios, aulas y salones equipados con tecnología de punta.

Sin duda, se trata de un espacio con proyección para magnificar el arte y la cultura desde el Caribe, tal como lo ha recalcado el rector Danilo Hernández: “Se renueva el compromiso con la cultura, la educación y el legado artístico que desde aquí seguirá proyectando nuestros talentos hacia el mundo”.

La reapertura de este renovado complejo arquitectónico, ubicado en el corazón del histórico barrio El Prado, se constituye en una gran noticia para el ecosistema cultural de la ciudad, que durante años fue duramente golpeado por la ausencia de espacios dignos para la creación y la formación artística.

A la postre, esta apertura debe asumirse como un renovado compromiso de las autoridades para fortalecer el apoyo a este sector, capaz de impulsar verdaderas transformaciones sociales en un territorio tan diverso y rico en expresiones culturales como el Caribe colombiano.

Y así lo entendió la ministra de las Culturas, las Artes y los Saberes, Yannai Kadamani, quien acompañó la inauguración de este espacio y anunció un aporte de mil millones de pesos para la dotación de un estudio de grabación.

A ello se suma la inclusión del teatro –cuyas obras se encuentran aún en ejecución– en la Red Nacional de Teatros Públicos y Patrimoniales de Colombia, gestionada por el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella.

La reapertura de Bellas Artes representa la recuperación de un símbolo de identidad y memoria colectiva, y marca para Barranquilla y el Caribe colombiano el inicio de un nuevo capítulo lleno de arte, creatividad y transformación.