Con un video viral difundido por las redes de la Casa Blanca, ambientado con una canción de fondo cuyas letras repiten “Papá ya está en casa”, se anunció la llegada de Donald Trump a la cumbre extraordinaria de la OTAN que ocurrió esta semana en La Haya. Más allá de la revolución en comunicación política y diplomática de ese post, la mera presencia del jefe de estado americano en ese escenario, cuando en su primer mandato puso en duda la alianza misma, fue un cambio de tono importante. Pero el anuncio trascendental ocurrió al final de la jornada cuando se confirmó la decisión de los aliados de invertir el 5% del PIB de sus respectivos países en defensa, incluyendo el 3.5% en armamento y requerimientos directos y 1.5% en inversiones complementarias a la seguridad como infraestructura e industria. Si logran llegar a esa meta estas naciones estarán asignando la gigantesca suma de $US 800 mil millones anuales adicionales a lo que correspondía antes de la guerra de Rusia con Ucrania.

Hace unos pocos años un aumento de esa magnitud del gasto público dirigido a defensa y seguridad hubiera sido improbable, pero las guerras de Rusia v. Ucrania e Israel v. Irán han cambiado el panorama geopolítico global y, más importante aún, la mentalidad de los líderes europeos. La primera pregunta que surge es: ¿hacia qué rubros estarán enfocados estos recursos?

Sería fácil pensar que una reindustrialización armamentista es un requisito necesario e inicial de esta iniciativa de fortalecimiento. Pero, como explica un especial de The Economist de esta semana, la especialización y complejidad para producir los productos de última generación, como lo son tanques de guerra o aviones caza, contrasta tremendamente con la ágil industria de drones ligeros que ha surgido en Ucrania, donde las impresoras 3D juegan un rol fundamental. Y si bien algunos elementos de guerra claves, como los proyectiles de artillería, pueden ser escalados en la velocidad de producción – Ucrania pasó de 50 mil en 2022 a 2.4 millones en 2024 – muchos, como los misiles que han figurado en tantos videos del cielo israelí, pueden tomar años en ser reabastecidos.

Otro sector para tener en cuenta es la tecnología de guerra, donde la IA y la robótica tendrán un rol crítico. Las capacidades para procesar y analizar vastas cantidades de información pública y privada serán un nicho de inversión importante. Lo que si no está en duda es que el mundo desarrollado inició un ciclo de rearme que además de reconfigurar la economía global que nos mantendrá expectantes de lo que pueda pasar en los conflictos bélicos en cualquier lugar del planeta.