Apenas caía la tarde el sábado 07 de junio cuando el país fue sacudido por la noticia del atentado contra Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial y joven político que, desde muy temprano en su vida, ha cargado con el peso del dolor que deja la violencia.
Su historia personal marcada por la pérdida de su madre, asesinada por el narcoterrorismo, se une ahora a un preocupante directorio de líderes colombianos que han sido víctimas del odio irracional: Galán, Gómez Hurtado, Pizarro, Londoño, Uribe Vélez, Vargas Lleras, y la lista sigue.
Volver a escuchar que se atenta contra una figura pública por sus ideas, por su participación política, nos devuelve abruptamente a un pasado que creímos superado. Pero la memoria duele porque está viva, y no debemos ignorarla. El atentado ocurre en un contexto nacional cada vez más polarizado, donde el lenguaje violento y la descalificación se han vuelto herramientas políticas cotidianas.
Miguel representa a una generación que ha decidido participar, no desde la trinchera de la guerra, sino desde la palabra y el debate. Por eso lo ocurrido debe sacudirnos y hacernos reaccionar como sociedad: el respeto por la vida debe ser el punto de partida de cualquier proyecto político. Sin vida no hay ideas posibles, ni futuro compartido.
Colombia no puede volver a permitir que la violencia determine quién puede o no participar en política. La democracia se defiende garantizando la seguridad de todos los candidatos, cerrando el paso al miedo y al odio, y promoviendo un debate robusto pero respetuoso.
Es tiempo de hacer una pausa, bajar el tono, recuperar la sensatez y la empatía. La política no puede seguir siendo un oficio de alto riesgo. Necesitamos líderes que disienten, pero también que se reconozcan en su humanidad, que compitan sin destruirse, que piensen diferente sin convertirse en enemigos.
Hoy, más allá de la diferencia, nos une el deseo de que Miguel Uribe se recupere plenamente. Que este hecho no siembre más miedo, sino que fortalezca la convicción colectiva de que la vida y la democracia deben estar por encima de todo.
La esperanza no está perdida. Está en nuestra capacidad de sepultar el pasado violento con acciones firmes, responsables y solidarias. Colombia merece un futuro donde nadie tenga que temer por pensar distinto.
* Directora Ejecutiva Lonja de propiedad Raíz de Barranquilla