En las últimas semanas, Colombia ha enfrentado una temporada de lluvias severas, con impactos devastadores en regiones como Cundinamarca y el Pacífico. Inundaciones y daños a viviendas e infraestructura están afectando no solo la seguridad de las comunidades, sino también la estabilidad económica de muchas familias y empresas. Esta situación nos obliga a reflexionar sobre la importancia de fortalecer nuestra resiliencia frente a los fenómenos meteorológicos extremos.
El cambio climático no es un fenómeno futuro: ya está aquí, y sus efectos son cada vez más evidentes y frecuentes. Las lluvias de este año no son un hecho aislado, sino parte de una tendencia en ascenso en la región Andina y en todo el mundo. A nivel global, el Swiss Re Institute ha señalado un incremento en el riesgo de inundaciones. Además, fenómenos como huracanes y tormentas eléctricas intensas han provocado que, por quinto año consecutivo, las pérdidas aseguradas superen los 100.000 millones de dólares, reflejando la creciente exposición frente a este tipo de desastres.
Esto exige que adoptemos una postura preventiva, con planes de acción sólidos que integren a los sectores público y privado, donde el rol del sector re/asegurador es clave. Hoy más que nunca, se ha vuelto fundamental una colaboración activa entre los gobiernos, las comunidades y las empresas en la identificación de riesgos, el diseño de soluciones preventivas y la implementación de mecanismos de protección que minimicen las pérdidas humanas y materiales.
Sin duda, invertir en infraestructura adecuada puede reducir significativamente las pérdidas derivadas de eventos extremos como las inundaciones. Medidas como sistemas de drenaje eficientes, diques, barreras de contención y alertas tempranas no solo salvan vidas, sino que también protegen la economía local. De hecho, el retorno sobre la inversión en prevención puede ser hasta diez veces superior al costo de reconstrucción tras un desastre.
Asimismo, las familias y empresarios también pueden ser parte activa de la resiliencia, mediante la inversión en materiales resistentes al agua, adaptar techos, mejorar los canales de desagüe y conocer los planes de emergencia locales son pasos fundamentales para reducir riesgos. Estas acciones individuales, cuando se replican en masa, fortalecen el tejido comunitario frente a futuras contingencias.
Desde la industria reaseguradora, contamos con tres herramientas clave para aportar a este proceso: conocimiento para anticipar riesgos, respaldo financiero para proyectos de infraestructura y soluciones para transferir los riesgos residuales que no pueden eliminarse. Nuestro propósito es ayudar a que los proyectos avancen sin retrasos, las comunidades se recuperen más rápido y las decisiones se basen en datos concretos.
Colombia ha dado pasos importantes en materia de gestión del riesgo de desastres, pero es importante fortalecer la articulación entre los distintos niveles de gobierno, el sector privado y la sociedad civil. No podemos seguir planificando pensando en el último desastre. Debemos prepararnos para lo inesperado, pues la naturaleza ha demostrado que los eventos extremos pueden superar cualquier registro histórico. Nuestro compromiso debe estar enfocado en construir un futuro más seguro, basado en la prevención, la innovación y la solidaridad.
Solo si invertimos hoy en infraestructura moderna, datos precisos y mecanismos de protección eficientes, podremos asegurar que las próximas lluvias no se conviertan en tragedias anunciadas. Colombia tiene el talento, el conocimiento y el compromiso para liderar este cambio.
* Head Reinsurance Andean Region & Chile en Swiss Re