El Ministerio de Educación Nacional mediante el decreto 1421 del 29 de agosto de 2017, hace alusión a que todas las personas del territorio nacional recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, lo cual incluye a la educación, y que corresponde al Estado garantizar el adecuado cubrimiento del servicio y asegurar a los menores las condiciones necesarias para su acceso y permanencia en el sistema educativo sin ninguna discriminación.
Los 4 pilares de la inclusión, que no necesitan ser explicados, son: la equidad, la participación, el respeto a la diversidad y el derecho a la educación. Se lee fácil, pero garantizar que se cumpla requiere una infraestructura que va desde el entrenamiento a miles de profesores, hasta la adecuación de todos los colegios para crear las condiciones mínimas para que se desarrollen los procesos.
Mi conclusión en la consulta es que esto no funciona como tal en la ciudad, son más las quejas de los padres que las satisfacciones por logros en la aplicación de las adecuaciones curriculares o programas PIAR, de lo cual recibo muy poco de parte de los colegios.
Pero, esto es apenas la punta del iceberg, lo que está dentro del agua es una enorme cantidad de diagnósticos que muestran a las claras que el ser humano está evolucionando al estar creando cuerpos y cerebros diferentes que debemos conocer para centrar el esfuerzo terapéutico en la dirección indicada.
Hoy en día se acepta el término Neurodiversidad, entendido como la innegable presencia de cerebros diferentes sobre la faz de la Tierra, que no son ni buenos ni malos sino diferentes. Todavía no se ha tomado conciencia acerca de dos fuentes productoras de muchas conductas, la Hipotonía Muscular Benigna y el Trastorno de Integración Sensorial. Cada chico o chica que entra a mi consulta tiene, en mayor o menor grado, compromiso en las dos, lo que hace que luzcan y se comporten diferente; la mayoría son diagnosticados con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con/sin Hiperactividad).
En eso, precisamente, radica mi gran preocupación con respecto al presente y futuro de los colegios en función de la frecuencia del número de casos versus las capacidades de los colegios para enfrentar ese reto que se nos vino encima y debemos afrontarlo como sociedad local y mundial.
A la par de los diagnósticos tradicionales que hay en los salones de clases, para los cuales no están preparados la mayoría de profesores, imaginemos todos los casos bizarros y sus conductas que hacen potencialmente caótica la situación.
No soy alarmista, solamente contemplo la evolución.
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