Se fue el hombre que nos enseñó a ganar. El argentino de nariz pronunciada y zurda mágica, que después de alcanzar la gloria continental y mundial con Estudiantes de La Plata aceptó venir a Barranquilla para bajarle la primera estrella a Junior, se despidió de este mundo el pasado martes, a los 81 años de edad, dejando su estela de gloria y grandeza.

Juan Ramón Verón no es un nombre cualquiera, fue el líder y artífice de ese inolvidable título de 1977 que bautizó por fin a los ‘Tiburones’, después de años de frustraciones, en la galería de campeones de Colombia. Tras la sorpresiva partida de la dirección técnica de su compatriota José Varacka, recibió la responsabilidad de convertirse en jugador y entrenador al mismo tiempo en la recta final del campeonato.

No le quedó grande la misión al genial futbolista que ya había sido campeón de la Copa Libertadores en tres oportunidades con Estudiantes (1968, 1969 y 1970). Además, con el mismo ‘Pincha’, había logrado levantar la Copa Intercontinental tras anotarle un gol a nada más y nada menos que al Manchester United, el 16 de octubre de 1968 en Old Trafford.

A pesar de semejante palmarés, que a cualquiera le hubiera podido elevar el ego, Verón nunca perdió su humildad y siempre la evidenció durante su estancia en la capital del Atlántico.

‘La Bruja’, apodo con el que fue conocido en el universo del balón, encantaba con su fútbol y su manera de ser sencilla, tranquila, prudente y respetuosa, sin aspavientos ni petulancias ni excesos, con la palabra exacta y el buen ejemplo para ejercer su liderazgo.

“Decía lo que tenía que decir. Hablaba cuando había que hablar, con lo justo”, sintetizó Julio Comesaña, otro de los protagonistas de aquella gesta deportiva.

“Era un ganador y a todos nos dio esa mentalidad ganadora”, resaltó Gabriel Berdugo, mariscal de la defensa rojiblanca de ese entonces.

En Estudiantes de La Plata, donde es un “indiscutido emblema de su historia”, al igual que su hijo Juan Sebastián ‘la Brujita’ Verón, quien dio sus primeros pasos en Barranquilla, lo veneran por todos los momentos de júbilo deportivo y todo lo que transmitió como ser humano a todas las generaciones de futbolistas que vinieron después de su inigualable época.

“Fue Estudiantes en su forma más profunda: austero, generoso, respetuoso, comprometido. Un referente que hizo de la humildad un valor y del sentido de pertenencia una bandera. Gracias por tanto, Bruja. Por enseñarnos, sin estridencias, que el verdadero liderazgo se construye con el ejemplo y que a Estudiantes se viene a dar sin esperar nada a cambio”. Así lo definió el club argentino tras su partida.

Que sirva su despedida para homenajearlo una vez más y recordarles a aquellos que apenas empiezan su camino al estrellato, que los deportistas pueden dejar huella por todo lo que hagan en el campo de juego, pero si combinan su talento y buenos resultados con una serie de valores de hermandad, bondad y humanidad, una figura del deporte se vuelve inmortal, como lo es la inolvidable ‘Bruja’, un ganador que nunca perdió su humildad.