Dentro del contexto legal de la separación de los poderes en el país, su respeto mutuo por la independencia y proyecciones, el Consejo de Estado es la máxima autoridad dentro del control del vasto funcionamiento del Estado en sus diferentes niveles. Es en la actualidad una cumbre de reunión de los más altos juristas especializados para ejercer los mandatos Constitucionales y el gran refugio de la ciudadanía para los atropellos del aparato gubernamental. Sus miembros con nombre propio son hoy día un lujo y un orgullo para el país.

Dentro de los parámetros de las leyes al respecto el Consejo de Estado ordenó a la Presidencia de la República suspender los Consejos de Ministros públicamente a través de los espacios de televisión adjudicados al servicio de particulares. Esta decisión esperada por la audiencia nacional fue un descanso a los oprobios espectáculos que la Presidencia le estaba mostrando al país con el único fin de provocar situaciones políticas prefabricadas y dirigidas a descoordinar —ya es en ella un vicio— la lógica y la tranquilidad pública. Es en síntesis no solamente lo que diga la Ley lo que respaldó la decisión del Consejo de Estado sino un llamado, una alerta a perseguir la paz en la opinión pública. Algo así como por favor no más incendios.

La Presidencia buscó con estos espacios enardecer a la opinión pública mostrando los defectos, las falencias, las debilidades, las flaquezas de un gobierno que marcha a la deriva. Pero lo más lamentable es que se buscó a través de estos espacios preparados para insertar la confusión, establecer públicamente un nido de odios y esparcirlos por el país. Allí vimos no solamente la confusión premeditada del gobierno, sin orientación, a la deriva, sino la exposición pública de los rencores, las inquinas amparados en la melomanía enfermiza para crear una fachada de martirios e injusticias. Y todo esto no es más que la fachada para esconder la incompetencia.

Ya hemos comentado en esta columna que la Presidencia busca afanosamente sembrar rencores y odios en el país jugando, apostándole a la división entre sector privado ya que esta conveniencia de que este último es la génesis de todas las angustias nacionales. Frente a ello insiste en imponer el régimen progresista/comunista ya en anticuario mundial, para fortalecer su próximo triunfo en las elecciones del 2026. Todo gira prefabricadamente a ese objetivo egoísta, discriminatorio. El actual gobierno nacional ya no le importa si tenemos o no presupuesto, o fondos, o programas de inversión o ganas de castigar los robos diarios oficiales. Por eso aplaudimos la decisión del Consejo de Estado porque por lo menos demuestra que todavía existe quien pueda defendernos.