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No son optimistas los analistas políticos acerca de este último año que le queda al gobierno del presidente Gustavo Petro en materia de lo que pueda adelantar en terrenos legislativos o de ejecutorias, aunque dividen opiniones frente al balance de estos tres años, sobre todo de cara a lo electoral para el Congreso y la Presidencia, pues mientras para algunos ha ido el Ejecutivo de mal en peor en varios asuntos y no se dio el anunciado cambio que prometieron, para otros tampoco se ha constituido este periodo en el acabose que se anticipó e incluso ha tenido algunos logros la Casa de Nariño.

Petro llega a su tercer año enfrentado con el Congreso y con una pérdida de popularidad incluso entre sectores que lo apoyaron para llegar al poder. Sin embargo, el primer presidente de izquierda de Colombia atribuye la falta de resultados a “la oligarquía” que no lo deja gobernar, pero aún así considera que “la igualdad empieza a construirse en Colombia” y que el pueblo sabe de eso. “Este gobierno ha trabajado para el pueblo trabajador y el pueblo trabajador decidirá si quiere gobiernos trabajando por él”, afirmó el martes en referencia a las elecciones presidenciales de 2026 en las que será elegido su sucesor.

Las encuestas, no obstante, no le favorecen mucho, y en un sondeo hecho en abril pasado por la firma Invamer, la aprobación del presidente se situaba en el 37 % y la desaprobación en el 57 %. Petro llegó a la Presidencia con el apoyo de 11,3 millones de votantes y en los primeros meses de su gobierno tuvo una buena relación con el Congreso, que le aprobó de forma casi expedita la reforma tributaria, pero las diferencias sobre los proyectos de reforma a la salud, a la educación, laboral y de las pensiones comenzaron a distanciarlo del Legislativo, donde carece de mayorías.

Su luna de miel con el poder duró menos de un año, pues el 25 de abril de 2023, cuando llevaba solo ocho meses en el cargo, en un mensaje en la red social X, que ha convertido en su tribuna, dio por terminada “la coalición política pactada como mayoría” y pasó al choque frontal con el Congreso. “El Congreso de Colombia no tiene que encerrarse temeroso a nada, porque el Congreso de Colombia lo que tiene es simplemente que dialogar con su propio pueblo”, exclamó Petro el pasado 1 de mayo en un discurso ante miles de trabajadores en el que criticó duramente al Poder Legislativo por la oposición a su gobierno.

Así entra el país en medio de una campaña electoral atípica, sin un favorito claro y con una creciente presencia de candidatos sorpresa que podrían romper el tablero político de cara a las elecciones del año entrante. La próxima contienda electoral está marcada por un amplio abanico de aspirantes provenientes de la derecha, la izquierda y de centro, en un contexto de creciente polarización, crisis institucional y un marcado desgaste del actual Gobierno en todos los campos.

Colombia elegirá un nuevo Congreso el 8 de marzo y presidente el 31 de mayo de 2026, con una posible segunda vuelta el 21 de junio. Una encuesta reciente de Guarumo y EcoAnalítica identificó al menos 75 aspirantes presidenciales, entre ellos varios outsiders como el abogado Abelardo De la Espriella y la periodista Vicky Dávila, quien dejó el año pasado la dirección de la revista Semana, donde destacó por destapar casos de corrupción y por sus agudas críticas al gobierno de Petro. A todo eso se suman los partidos tradicionales como el Liberal y el Conservador, así como Cambio Radical, La U, MIRA y el Centro Democrático, y los más recientes como el oficialista Pacto Histórico y el centrista, pero fraccionado, Alianza Verde, entre otros.

Por ahora, al oficialismo no le va bien en las encuestas y en las elecciones locales de octubre de 2023 tampoco tuvo buenos resultados: perdió su bastión de Bogotá, donde Petro gobernó; perdió Cali, que venía votando por el progresismo, y en Medellín la derecha se fortaleció. Aunque los gobiernos locales tampoco aglutinan un color político en particular, pues aunque la mayoría se muestra distante del petrismo, hay diversos matices del centro y la derecha.

Y para algunos lo que tiene de mostrar el Ejecutivo, además de sus contados triunfos en el Congreso: la primera y polémica tributaria, la reciente reforma laboral y la aún en estudio ley pensional, así como la reducción de la pobreza, de la inflación y del desempleo –pero con el aumento del déficit fiscal–, es que el discurso de sus opositores tampoco se ha cristalizado del todo: al país no ha llegado aún el castrochavismo, la propiedad privada no se ha afectado, no se ha anunciado la reelección y se mantiene la independencia de poderes, que le ha significado al Gobierno ver caer decretos y nombramientos y naufragar proyectos y controvertidos mecanismos de participación popular, que Petro atribuye al “bloqueo” legislativo y al lawfare, pero que juristas y políticos endilgan a los sólidos controles institucionales del país.

Al respecto, el analista político Carlos Arias comentó en EL HERALDO que la última legislatura de todos los gobiernos, independientemente de este, siempre es una legislatura que es muy fragmentada en términos de su ejecución y su legislatura, porque la gran mayoría de congresistas están buscando determinar a quién le entregan la curul, es decir, a quién le hacen la campaña, porque muchos de ellos se van a gobernaciones o alcaldías o simplemente se retiran de la vida legislativa.

“Ahora bien, la conformación de las mesas directivas por parte del gobierno de Petro, específicamente de Armando Benedetti (ministro del Interior), que está al mando de este ejercicio, fue muy interesante y muy importante y se puede destacar que, por ejemplo, a pesar de que en la Comisión Séptima hay un liberal de oposición como Miguel Ángel Pinto, en otras comisiones hay varias personas del Pacto Histórico que pueden llegar a jalonar procesos de reformas, pero no necesariamente reformas estructurales, me refiero a por ejemplo a la reforma planteada por (el ministro de Justicia, Eduardo) Montealegre para darle marco jurídico al fracaso de la paz total, que es una iniciativa que seguramente se va a quedar en veremos por todo lo que ha sucedido con la paz total”, señaló el catedrático de la Universidad Externado.

Y en lo que va a pasar con la reforma a la salud, apuntó Arias, “creo que también se va a quedar por fuera, porque ya hay una oposición y varios sesgos alrededor de esa reforma y varias posiciones ya planteadas, que es muy difícil que se muevan, y más porque muchos de los senadores hoy son candidatos a repetir y van a hacer campaña con sus posiciones en el territorio, sobre todo si la favorabilidad del presidente se sigue conservando en un 30 %, pues claramente más del 65 % de los colombianos está en contra de este gobierno y no creo que los congresistas vayan a jugar su favorabilidad o su imagen en búsqueda de conseguir votos frente a esa desfavorabilidad del Gobierno; claramente muchos de otros congresistas que han estado alrededor del Gobierno, del Partido Liberal y La U, a pesar de haber sido cercanos al Gobierno y haber recibido la mermelada, van a actuar en consecuencia en el Congreso pero no en el debate público, que es el que verdaderamente se mediatiza”.

Entre tanto, el ex decano de derecho de la Universidad Nacional Óscar Mejía expuso en este diario que hay que esperar los cambios en el gabinete, porque los últimos que se han venido dando se vienen haciendo con la idea de mejorar la ejecución del Gobierno: “La gran debilidad del Gobierno es no ejecutar los planes y los presupuestos, entonces la primera prioridad es cómo poner gente que ejecute; la segunda prioridad es ya a nivel del Pacto Histórico, primero para concretar unas listas cremallera, que efectivamente recojan no solo la efectividad de la colectividad sino los mejores representantes, porque ha habido excelentes pero también se requiere incluir otras fuerzas sociales, porque si pierden el Gobierno en las elecciones, pero incrementan su presencia en el Congreso, eso sería sustancial para la izquierda, en cambio si disminuyen, eso será un golpe fatal”.

Frente al candidato del petrismo a las presidenciales, sostiene el doctor en filosofía del derecho: “Petro en eso es muy sagaz y sabe que tiene que jugarse con una carta de centro izquierda más que de izquierda, y ver cómo contemplar una alianza interpartidista el próximo año”.

Y puntualiza que el oficialismo tiene en contra para los comicios que “desgraciadamente Colombia es una democracia electorera, sustentada en unas clientelas, en unas maquinarias de elección parlamentaria y presidencial que muchas veces derrotan el voto de opinión, que puede que tenga una fuerza en Bogotá, en la otra orilla de Medellín, en Cali, pero lo que creo que se va a jugar Petro a nivel político y simbólico es mostrar primero un legado, una narrativa social que finalmente se propagó y se propagandizó en todo el territorio y que en cierta manera ha calado en distintas clases populares frente a un discurso elitista y privatizador que había primado en la dinámica política nuestra, y creo que si el Gobierno logra concretar eso a nivel simbólico puede ser una gran apuesta que logre Petro, el discurso político”.