Por Juan Rincón Vanegas
Especial para EL HERALDO
Para Antonio Cervantes Reyes, ‘Kid Pambelé’, regresar a su memoria la hazaña de hace 53 años cuando obtuvo el título mundial en la categoría welter junior (140 libras) no fue tan rápido como los golpes que tiraba en el ring llevándolo a ser el boxeador que se cubrió de gloria. Eso sí, recordó aquella canción que le gusta llamada Confesión, grabada por el Binomio de Oro, en la que se narra el paisaje natural de Turbaco, Bolívar, tierra donde vive hace casi 40 años.
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Ahora la serenidad y la pausa estuvieron presentes desde el primer round, pero eso si con la emoción que nunca se le ha borrado. “Para mí fue maravilloso ganar con mucho esfuerzo esa corona de boxeo mundial, y eso no se compra ni se vende”. Tras una corta meditación, sonrió. Entonces recordó la noche del triunfo, exactamente el viernes 28 de octubre de 1972, cuando en el Gimnasio Nuevo Panamá, de Ciudad de Panamá, noqueó en el minuto y 15 segundos del décimo asalto a Alfonso ‘Peppermint’ Frazer. El boxeador panameño cayó, pero él se paró firme levantando sus brazos para recibir los aplausos.
Las incidencias de este acontecimiento las narró la voz legendaria de Napoleón Perea Castro. La emoción fue sublime cuando dijo. “Campeón mundial, campeón mundial, Kid Pambelé”.
En su tierra, San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América, la alegría fue mayor porque conocían los trabajos que pasó, enmarcados en la pobreza, pero a peso de golpes se abrió camino, y de la noche a la mañana todo cambió. Eso lo llevó a decir una frase que ahora al escucharla sonrió por debajito. “Es mejor ser rico que pobre”.
Antonio Cervantes fue el primer campeón mundial de boxeo de Colombia, realizando 106 peleas como profesional. Ganó 91, empató tres y perdió 12, llegando a ser declarado como el mejor deportista colombiano del siglo XX y pertenecer al Salón Mundial de la Fama, entre otros logros.
Una vida tranquila
Ahora la vida de Pambelé, a sus 79 años (nació el 23 de diciembre de 1945), trascurre en su finca ubicada en la calle 28B del barrio Los Laureles, de Turbaco, Bolívar, junto a su amada Carlina Orozco Rodríguez, con quien tuvo tres de sus nueve hijos. Allí escucha las prédicas bíblicas, especialmente la indicada en primera de Corintios 13:13. “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.
Ya con los años que no se detienen, así les hagan señas, reflexiona e indica: “Estoy muy arrepentido de algunos malos pasos dados, pero nada hago con ponerme a lamentarme. Ya eso pasó y ahora hay que mirar la vida de otra manera”.
Desde ese tranquilo lugar escucha el canto de las pirras y los canarios, algunos vallenatos, entre ellos Confesión, del Binomio de Oro; mucha música salsa de Joe Arroyo, Óscar D’ León y Cuco Valoy, especialmente su canción favorita, Juliana. De igual manera, nunca olvida la canción que le dedicó el cantante Carlos Vives, esa misma que hace llorar a sus hijos, porque es la historia de un héroe que la gente llamó “Pambe”, la alegría y esperanza de un pueblo que nada tenía.
‘Confesión’
Entrando en materia vallenata, a Pambelé siempre le llamó la atención por su historia el tema Confesión que grabara en el año 1979 El Binomio de Oro en el disco Supervallenato. El autor de esa canción es el compositor Julio César Amador Ariza, quien desde hace muchos años vive en Turbaco, Bolívar. La letra original decía: “Bello Turbaco, encallado en una colina”, pero se grabó “Bello este pueblo encallado en una colina”. La idea era darle universalidad.
El compositor contó detalles de su máxima obra. “La canción la iba a grabar el cantante Elías Rosado, pero se separó del acordeonero Ramón Vargas y todo quedó en planes hasta que la escucharon Rafael Orozco e Israel Romero, lográndose el objetivo. Siempre le agradezco a El Binomio de Oro porque proyectó mi carrera como compositor. Es una canción triste donde el dolor jugó con mi corazón, pero me regaló muchas satisfacciones abriéndome el camino para que me grabaran Patricia Teherán y Otto Serge, entre otros”.
Algunas veces Pambelé escucha esta canción dolorosa en la que la melancolía no pidió permiso para llegar, pero sigue con el derecho a añorar aquella hazaña que conquistó, sabiendo noquear a muchos rivales, alzar con orgullo sus brazos y proclamar que la vida es un viaje donde tarde o temprano se llega al último round señalado por Dios.
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Cuando se estaba a punto de sonar la campana y bajar la guardia, todo se resumió en añoranzas y hasta unas lágrimas se escaparon al ver que más de medio siglo después se sigue exaltando al célebre boxeador, quien supo darle a Colombia esa suprema alegría sin estar vestido de frac, sino únicamente con pantaloneta y su cara adornada con la sonrisa más grande latiendo en el centro de su corazón.
Al llegar la hora de la despedida no se aguantó las ganas y muy convencido hizo la confesión. “Nadie tiene derecho a olvidar a Pambelé, quien regaló la más sonora alegría a los colombianos”. Así será Campeón.


