Compartir:

Camila tiene 27 años y hoy sonríe con una serenidad que, hace unos meses, parecía imposible. Vive en Barranquilla, trabaja en un pequeño emprendimiento de postres y cada tarde sale a caminar con su perro, Toby. A simple vista, su rutina no es distinta a la de cualquier joven. Pero detrás de su calma actual hay un camino de dolor, silencio y, sobre todo, de lucha.

“Llegué a pensar que no valía la pena seguir. Todo me pesaba: el trabajo, la familia, los problemas personales… hasta lo más sencillo me parecía demasiado”. Hace poco más de un año, Camila intentó quitarse la vida. Fue un momento de quiebre en el que, como ella misma dice, no veía otra salida.

Ese día, sin embargo, la historia no terminó. Su madre, quien notó que algo no andaba bien, alcanzó a llegar a tiempo. El abrazo que le dio entonces se convirtió en el inicio de un proceso de recuperación que hoy la mantiene de pie.

Lea también: Barranquilla será la sede del IV Encuentro Internacional de Carnavales del Caribe

Camila empezó terapia psicológica, aprendió a poner en palabras lo que sentía y, poco a poco, fue entendiendo que pedir ayuda no era un signo de debilidad, sino de valentía. “Me daba miedo hablar, pensaba que iba a ser una carga para los demás. Pero descubrí que compartir lo que uno siente abre caminos de sanación y que no debemos caer en prejuicios que pueden tener un desenlace fatal”.

Y es que en Colombia, 1.352 personas han muerto por suicidio en los primeros seis meses de este año, una cifra que confirma la urgencia de hablar, con seriedad y sin tabúes, sobre un problema de salud pública que atraviesa edades, géneros y contextos sociales.

Cada 10 de septiembre, la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP), en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. El objetivo es poner sobre la mesa un fenómeno que cobra, según estimaciones globales, más de 720.000 vidas al año en el mundo, mientras más de mil millones de personas viven con trastornos de salud mental.

“Realmente son cifras que inquietan en términos de salud pública, porque afectan a todos los grupos de edad, aunque especialmente a hombres jóvenes, donde tenemos una brecha enorme en el acceso y aproximación a la salud mental. Frente al mundo, Colombia se ubica en un rango intermedio-alto, no somos la nación con más suicidios, pero en nuestro contexto merece toda la atención”, dijo Alexie Vallejo Silva, presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría.

¿Por qué más hombres?

El especialista explicó que este patrón se repite en casi todos los países. “Muchas veces los hombres tenemos mayor dificultad para expresar nuestros sentimientos, para levantar la mano cuando estamos en dificultades emocionales. No procesamos de la misma manera las pérdidas, nos cuesta ser asertivos en la comunicación y eso termina convirtiéndose en un factor de riesgo”, explicó.

En Colombia, la mayoría de casos se concentra entre los 20 y 44 años, pero no es una realidad exclusiva de los más jóvenes.

“En el mundo también se ha visto un aumento en adultos mayores, asociado a depresión, pérdidas de memoria o enfermedades crónicas. Esto ha generado cifras cada vez más preocupantes en la tercera edad”.

Lea también: “Jorge Humberto Klee fue quizá el periodista más versado en boxeo”: gobernador Verano

Hablar salva vidas

El suicidio, aunque cada vez más visible, sigue rodeado de estigmas y silencios que impiden comprenderlo y abordarlo de manera adecuada. Históricamente, creencias culturales y religiosas lo han catalogado como un pecado o un acto inmoral, lo que ha llevado a muchas familias a callar, por miedo a la censura social. Sin embargo, expertos advierten que este silencio solo refuerza los tabúes y dificulta que quienes atraviesan un sufrimiento intenso busquen el apoyo necesario.

“También, aunque cada vez es más frecuente la información sobre el suicidio, no siempre se logra una comprensión adecuada de sus causas, lo que hace que se refuercen creencias estigmatizadas, persistan los tabúes y sea difícil hablar de esto con el respaldo científico producto de la investigación en torno al tema”, expresó Olga Hoyos, docente del departamento de Psicología de la Universidad del Norte.

Las señales de alerta existen y es fundamental reconocerlas. Cambios en los temas de conversación (cuando una persona empieza a hablar de la muerte o de sentirse una carga).

“La presencia de ideación suicida con planes claros, alteraciones emocionales o del sueño son llamados de atención que no deben pasarse por alto. Atenderlos a tiempo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte”.

El impacto del sufrimiento varía según la edad, la historia de vida y las capacidades de afrontamiento de cada persona. En niños y adolescentes, por ejemplo, las secuelas del acoso escolar sin un acompañamiento oportuno pueden llevar al aislamiento y a la desesperanza. En adultos, la depresión mayor sin tratamiento puede convertirse en una carga insoportable. En ambos casos, el riesgo de suicidio se incrementa.

“Es necesario crear conciencia sobre la importancia de la necesidad de romper tabúes y buscar ayuda profesional ante cualquier situación de alerta”, indicó Hoyos.