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A simple vista, parece solo ropa. Pero detrás de cada blusa vendida, cada jean reestrenado y cada vestido que encuentra nueva vida, hay una historia que está moviendo la economía del país. De 2017 a 2024, las colombianas vendieron más de dos millones de prendas de segunda mano, generando ingresos por más de $34.125 millones de pesos, según cifras del Informe de Primera Mano sobre la Segunda Mano 2025, elaborado por la plataforma especializada en moda circular GoTrendier. Y lo hicieron desde sus celulares, desde sus casas, desde sus clósets.

La ropa que ya no se usa —de mujer, de hombre, de niño— se ha convertido en una moneda de cambio con propósito. En un país donde la inflación y la informalidad siguen marcando el pulso económico, miles de mujeres han encontrado en sus prendas una fuente real de ingresos sin necesidad de inventarios, bodegas ni intermediarios. ¿El método? Fotografiar, publicar y vender.

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Esta revolución silenciosa ocurre en aplicaciones móviles donde cada quince segundos se vende una prenda usada. En Colombia, ya se han publicado más de 12 millones desde 2017, muchas de ellas, de marcas como Zara, Studio F, Adidas, H&M o Tommy Hilfiger, lo que demuestra que la sostenibilidad también puede ser estilizada.

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Pero esto va más allá de la estética. En 2024, las prendas recirculadas en Colombia evitaron la emisión de 6.474 toneladas de CO₂ y el consumo de más de 463 millones de litros de agua, lo suficiente para abastecer durante semanas a ciudades como Bucaramanga o Santa Marta. Un impacto ambiental que ningún nuevo abrigo podría igualar.

Y mientras otras industrias se fragmentan entre lo físico y lo digital, está ya encontró su canal: el 95 % del tráfico se mueve desde teléfonos celulares. Las usuarias pasan más de 20 minutos por sesión, dan más de 96.000 likes diarios y participan en más de 56.000 interacciones, en un ecosistema donde comprar y vender es tan cotidiano como revisar el clima.

El fenómeno también tiene geografía. Bogotá concentra el 35 % de las compras, seguida por Medellín (7 %), Cali (3 %) y Barranquilla. A nivel departamental, Cundinamarca lidera con el 55 % de participación, seguida por Antioquia (20 %) y Valle del Cauca (12 %). Lejos de estar limitado a nichos urbanos, este modelo se expande con fuerza en las regiones.

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“Vender ropa usada pasó de ser un plan ocasional a convertirse en una fuente constante de ingresos para miles de mujeres”, afirma Ana Jimenez, country manager de GoTrendier en Colombia. “Lo que antes se dejaba en el fondo del clóset, hoy paga recibos, alimenta hogares o incluso financia estudios. Es una economía circular, pero también profundamente femenina”.

El informe no deja dudas: la moda de segunda mano en Colombia dejó de ser un acto alternativo para convertirse en una industria real. Una donde el estilo y el propósito conviven. Una donde las decisiones individuales generan un cambio colectivo. Y una donde los negocios nacen desde el clóset, sí, pero también desde una nueva mentalidad.

¿Será esta la nueva normalidad del consumo en América Latina? Lo cierto es que mientras el fast fashion busca cómo reducir su impacto, miles de mujeres en Colombia ya están haciéndolo. Una prenda, una venta y una decisión a la vez.