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La noche del 1 de julio de 2024, en una habitación de la Clínica La Asunción, se cerraron por última vez los ojos de Enrique Lamas, un hombre que, pese a tener sangre chilena y raíces foráneas, se consideró siempre barranquillero de alma. Este lunes se cumplió un año de su partida, dejando tras de sí una carrera de arte, sensibilidad y amor profundo por esta ciudad a la que eligió como hogar y como morada final.

Tenía 91 años cuando falleció, tras complicaciones derivadas de una caída doméstica. Su representante y amigo de toda la vida, Laureano Caballero, fue testigo silencioso de sus últimos momentos. “La caída fue fuerte, se reventó el fémur, y después se presentó una infección en la sangre y murió”, contó a EL HERALDO. Caballero lo acompañó hasta el final, como lo hizo durante más de seis décadas.

Lamas fue un ser polifacético, dominaba cuatro idiomas, tocaba el piano. Pero si algo lo definía, era su amor inquebrantable por Barranquilla. La ciudad lo adoptó en cuerpo y alma desde que llegó hace 65 años, y él respondió con gratitud: nunca quiso irse. Lo expresó con sus palabras y lo selló con su último deseo: “Quiero cerrar mis ojos en Barranquilla”. Y así fue.

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Las obras de Enrique Lamas tenían un juego de proporciones perfectas y una fascinación por las formas esféricas. Sus cuadros parecían hablar desde el silencio, equilibrando geometría y emoción. Su estilo no respondía a modas, sino a una intuición interna, casi mística. Fue un artista prolífico y admirado, tanto en Colombia como en el exterior, donde su obra fue objeto de exposiciones y colecciones privadas.

Antes de morir, dejó un poema que su amigo Caballero compartió con este medio.

“El amor es la llave que permite abrir todas las puertas para llegar a conocer y apreciar la calidad y valor que poseen las almas de nuestros hermanos; es el grandioso regalo que Dios nos hizo cuando ordenó nuestra existencia y Jesús lo anunció cuando dijo: amarás los unos a los otros”.

Su amistad llevó a Lamas a participar en ferias internacionales, codeándose con grandes maestros como Fernando Botero y siendo seleccionado entre miles de artistas en Europa.

El crítico de arte Álvaro Suescún también tuvo la fortuna de conocerlo y mientras lamentaba su partida resaltaba su estilo único, pues hay quienes lo asemejaban con Botero debido a sus figuras voluminosas.

“El único parecido es el volumen en la figura, pero pictóricamente son muy diferenciables. Lamas prefería la dibujística y el color era como un apéndice que él usaba solo en casos necesarios. La obra de Botero en cambio es bastante colorida y son unos colores muy específicos. Lamas tuvo bastante color en su obra”.

Suescún también contó que tenía amistades significativas. “Fue muy amigo de Meira Delmar, de Ramón Bacca y tuvo una buena relación también con Miguel Villarde”.