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A pensar en el 2023. Aunque matemáticamente esté vivo todavía, ya no hay nada qué hacer con Junior. Su fútbol y sus ganas están sepultadas. No se ve por dónde puede mejorar este equipo. Ni el desempeño individual de los jugadores ni el funcionamiento colectivo dan esperanzas.

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Millonarios lo hizo ver muy mal en la noche de este miércoles y lo derrotó 1-0, en el estadio Metropolitano con un gol vistoso de Daniel Ruiz.

En medios de la gran cantidad de bajas y los acostumbrados temores de Julio Comesaña, que viene pensando más en defender su arco que en buscar el contrario, Junior salió con un onceno tan extraño como estéril. Sin delanteros y sin chispa por los costados.

Con Pajoy tratando de ser un ‘9’, Esparragoza improvisado e incómodo en la derecha, Yesus Cabrera buscando puntos de apoyo y ‘Cariaco’ González deambulando la cancha, ‘el Tiburón’ carecía de fauces, de dientes. No había agresividad, no se metía miedo.

Didier Moreno y Yeison Gordillo aportaban poco y nada en la misión creativa ante un Millonarios abroquelado y tranquilo en su campo, que esperaba paciente la oportunidad para atacar.

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A Junior le costaba sacar la pelota limpia desde su área. Jorge Arias se complicaba buscando un hueco para filtrar la bola y Velasco y Ortiz la retrocedían constantemente. No avanzaban, no progresaban.

Wálmer Pacheco, que después salió lesionado, estaba apagado y anclado en defensa.

El plan de ataque local fracasó por más que Yesus logró penetrar una vez la resistencia azul con un pase hacia Velasco, que después centró a nadie, y por más que Pajoy casi anota en un mano a mano con Álvaro Montero.

Fueron las dos opciones más claras de Junior, pero no tuvo la efectividad de la que hizo gala Millonarios cuando Daniel Ruiz, con un remate desde fuera del área, aprovechó la primera aproximación. Un golazo después de una tibia marca rojiblanca.

Después de ese tanto, los dirigidos por Comesaña terminaron la etapa inicial más deshilachados y sin espíritu. Millonarios, con un par de contragolpes, estuvo más cerca del segundo que Junior del empate.

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Para la etapa complementaria, Comesaña se animó a soltar las riendas y realizó los cambios obvios. Sustituyó a Esparragoza, que estaba sufriendo el jugar en una posición que desconoce, y a Gordillo, que no ofrecía mucho para la idea de buscar la igualdad. Nelson Deossa y Ánderson Gutiérrez entraron al campo a tratar de agregar el picante y la sal que tanto se extrañaba.

Pero nada cambio. Una que otra aventura individual de Deossa por izquierda sofocada por el visitante con falta, y ya. Pare de contar.

Después entró Daniel Giraldo y el juvenil Járlinson Barreto, y nada. No había señales de vida.

Gamero y sus pupilos tenían todo bajo control en medio de coros de protesta e inconformismo de la hinchada, que pedía 'que se vayan todos, que no quede ni uno solo'.

Gracias al arquero Jefferson Martínez, a quien no se le notó la inactividad, no hubo una goleada del cuadro bogotano en el segundo tiempo. Sus atajadas ahogaron el grito de gol permanentemente.

Junior terminó convertido en un mamarracho. Desdibujado, desinflado, sin garbo, sin viveza, sin fútbol, sin enjundia, sin alma.