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La decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de convalidar los resultados del pasado 28 de julio, emitidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE), que dieron como ganador de la presidencia a Nicolás Maduro, se convirtió en la última palada de tierra para sepultar la agonizante democracia venezolana.

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Aunque a nadie sorprendió la absurda decisión del TSJ, dada su entrega total y absoluta a la voluntad de Maduro y sus secuaces, lo cierto es que la misma sirvió para desenmascarar a quienes decidieron –contra la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo venezolano– desafiar los principios de todo sistema democrático, empezando por el más elemental: la separación de poderes.

Con la decisión del TSJ quedó claro que en Venezuela la única voluntad que impera y opera es la de Maduro. Tanto el CNE, como el TSJ, decidieron –contra toda evidencia y sin aportar una sola prueba– que Maduro seguirá siendo presidente de Venezuela. Y las actas ¿dónde están? ¿Y el respeto la voluntad del pueblo soberano? ¿Y el repudio de los gobiernos demócratas del mundo al ahora dictador Maduro?

Nada de lo anterior importa al corrupto y autoritario régimen chavista. ¿Cuándo se había visto elegir un presidente sin que se conozcan las actas de votación? Es claro que ni al CNE, ni al TSJ les importan las actas electorales. Si les importaran ya habrían aparecido. Pero siguen sin aparecer, ni aparecerán, sencillamente porque no existen. Y no existen porque quién ganó las elecciones fue Edmundo González.

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Ahora González –el presidente legítimo de Venezuela, elegido el pasado 28 de julio– será objeto de una implacable persecución por orden del dictador Maduro a su fiscal de bolsillo Tarek William Saad, con el propósito de lograr su encarcelamiento. Lo mismo sucederá con María Corina Machado y todos aquellos que osen desafiar al dictador. Así envían un mensaje intimidante a quienes se atrevan a desafiar al sátrapa y sus aliados.

“Quien no acate la sentencia del TSJ está fuera del juego democrático”, declaró el chavista Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, el otro poder público que tiene Maduro en sus bolsillos.

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El siguiente paso para consolidar el totalitarismo en Venezuela será la eliminación de todos los partidos políticos opositores al régimen. Quienes no piensen como ellos serán acusados de “fascistas” y “terroristas”, como Edmundo y María Corina. Por consiguiente serán objeto de persecución y encarcelamiento. En Venezuela habrá, entonces, por voluntad de Maduro y sus compinches, un partido único con plenos poderes, tal y como ocurre en Cuba y en otras dictaduras.

La Ley de Partidos Políticos, vigente desde 1964 y que ha sido ajustada a la medida del régimen chavista, dejará de existir muy pronto. “Al que no le guste –declaró Rodríguez– que conforme una guerrilla de extrema derecha, que se vuelva guerrillero”.

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Esa “guerrilla de extrema derecha”, en caso de que alguien considere semejante osadía, será repelida por las Fuerzas Militares, en cabeza de Vladimir Padrino, el mismo general alcahueta de los grupos guerrilleros colombianos de “extrema izquierda” que operan a sus anchas en el vecino país, como el Eln y la ‘Segunda Marquetalia’, entre otros.

De manera que –sin separación de poderes, sin oposición política, sin garantías electorales y bajo el control absoluto de todos los poderes por parte del régimen chavista– lo que quedó en evidencia con el fallo del TSJ es el desprecio de Maduro y compañía por los valores democráticos. El mundo y Colombia en particular deberán asumir la nueva realidad, que no es otra que la consolidación de un régimen violador de todos los derechos y autocrático en el vecino país. ¿Qué hacer?

El ejemplo de Boric: repudia a Maduro y se desmarca de Petro

Una vez más, como ocurrió con el inobjetable triunfo de Edmundo González el pasado 28 de julio, Gustavo Petro optó por el silencio como respuesta a la grave situación venezolana. Mientras todos los países demócratas del mundo condenan el régimen chavista y se niegan a reconocer las decisiones y fallos absurdos del CNE y el TSJ, que dan ganador a Maduro contra toda evidencia, Petro prefiere pasar de agache, argumentando “prudencia” y respeto a la “autodeterminación de los pueblos”. Llama la atención que quien no ha sido ni “prudente”, ni ha respetado el principio de la “autodeterminación de los pueblos”, en múltiples ocasiones, se valga ahora de ambos para justificar su silencio en el caso de Venezuela. Quedarse callado ante la “dictadura” venezolana es complicidad. Punto.

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El presidente chileno, Gabriel Boric, se desmarcó de forma radical tanto de Petro, como de Lula, al afirmar mis ambages que “no hay duda que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones, reprime al que piensa distinto y es indiferente ante el exilio más grande del mundo, solo comparable con el de Siria, producto de una guerra”. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, por su parte, volvió a exigir la presentación de las actas electorales para poder pronunciarse sobre la crisis de Venezuela. ¿Y Petro? Prefiere el silencio cómplice, que lo acerca cada día más a la despreciable y despreciada dictadura venezolana, algo que –sin duda– genera una gran preocupación en Colombia.

Maduro, cada día más solo y repudiado por los verdaderos demócratas

La defensa de los principios y valores democráticos se hace por encima de la mesa y sin medias tintas. Ante la consolidación de la dictadura venezolana, 11 países de la región se pronunciaron desconociendo la sentencia del TSJ. Así es como actúan los verdaderos demócratas. Argentina, Costa Rica, Chile, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay, declararon de forma conjunta que la decisión del TSJ “carece totalmente de credibilidad”. Además, afirmaron que “no hemos visto ninguna prueba” y que el TSJ de Venezuela ñ “pretende convalidar resultados sin sustento”. A ellos se sumaron las voces de Estados Unidos y la Unión Europea.

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Como era de esperarse, el dictador Maduro respondió con furia, al declarar que “rechaza en los términos más enérgicos, el grosero e insolente comunicado”. “Estos países –respondió el régimen chavista– pretenden continuar violando el derecho internacional, cometiendo un acto inaceptable de injerencia en asuntos que solo competen a los venezolanos”. Es decir, quien se robó las elecciones y emprendió la más brutal persecución contra sus opositores, señala a gobernantes demócratas de violar el derecho internacional. Los pájaros disparándoles a las escopetas. ¡Qué tal…!

Venezuela ya no es un sistema democrático, sino un régimen dictatorial

Luis Inacio Lula definió la democracia en una frase muy simple, pero contundente: “En una democracia el que gana se queda y el que pierde se va”. Y en efecto así habían funcionado los sistemas democráticos hasta que le tocó el turno de perder a Maduro en Venezuela. El dictador venezolano está aplicando con sudor y lágrimas para quienes se oponen al chavismo, una frase que pronunció en la campaña presidencial: “Vamos a ganar a las buenas o a las malas”. Pues bien, están ganando a las malas. Pero ello significa que Venezuela ya no es un sistema democrático, sino un régimen dictatorial. En las democracias se gana a las buenas, con ideas y argumentos.

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El robo descarado de Maduro está ocurriendo ante las narices de la comunidad internacional, que sigue sin encontrar caminos para que el sátrapa abandone el Palacio de Miraflores. Es decir, Maduro no solo pretende ganar a las malas, sino perpetuarse también a las malas, sin que nadie pueda obligarlo a abandonar el poder. Mientras cuente con “silencios cómplices”, como el de Petro, la fórmula podría darle resultados. El costo para Colombia, sin embargo, de aparecer en la foto al lado del dictador será sin duda muy alto.

¡Qué indignidad y vergüenza, Petro al lado de Maduro y Ortega…!

Es bastante probable que al lado de Maduro –después del comunicado de los 11 países desconociendo el fallo del TSJ– solo aparezcan Daniel Ortega de Nicaragua y Gustavo Petro de Colombia. Ningún otro país –Brasil y México, entre ellos– avalará no solo el robo de Maduro, sino la consolidación de una dictadura en Venezuela. ¡Qué vergüenza y que indignidad para Colombia aparecer al lado de dos dictadores de la calaña de Maduro y Ortega! Petro no puede someter al país a semejante deshonor.

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Sus intereses políticos y su cuestionable amistad con Maduro no pueden estar por encima de los intereses del Estado colombiano, regido por décadas por principios democráticos. La intención de Maduro de pretender perpetuarse en el poder al precio que sea y por encima de la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo venezolano no merece ninguna expresión de solidaridad o afecto. Cualquier pretexto de cualquier gobernante, que pretenda justificar esa actuación, merece también ser rechazado y condenado.