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De momento, un buzo experimentado necesita 11 horas para hacer un viaje de ida y vuelta hasta donde están los niños: seis de ida y cinco de vuelta gracias a la corriente. El recorrido es de varios kilómetros e incluye pasos angostos y tramos bajo el agua.

Por ahora, los socorristas dicen que prefieren esperar a que baje el agua, excepto para suministrarles víveres durante semanas: esto permitiría a los niños salir a pie por la galería, con una parte mínima de tramos submarinos que se tengan que recorrer con máscaras.

Es la opción privilegiada por los socorristas, que pusieron en marcha un sistema de bombeo, asistidos por ingenieros japoneses, que ya ha sacado de la cueva de 10 km de largo el equivalente de más de 50 piscinas olímpicas.

Evitar una salida precipitada. Las autoridades pretenden evitar un plan de emergencia que incluya una salida precipitada. La muerte de un buzo ha supuesto un golpe duro para la moral de los cientos de socorristas movilizados, muchos de ellos extranjeros, australianos o británicos.

Pero si con las lluvias anunciadas el nivel de agua vuelve a subir, quizá no tengan elección.

Fue a causa del monzón que los niños se quedaron bloqueados en la cueva el 23 de junio, tras haber decidido, por una razón que todavía no está clara, visitarla después de su entrenamiento de fútbol, con el entrenador, de 25 años.

Mientras, los rescatistas siguen buscando una vía de entrada desde la cumbre de la montaña que esté conectada o sea fácil conectarla con una perforadora, con la parte de la cueva donde están los niños.

Ayer tenían previsto pasar por allí con un detector de movimiento para intentar determinar la localización exacta de los niños desde el exterior.