Luz Marina Castro, inspirada en Caterine Ibargüen

Luz Marina Castro Domínguez había aprendido a patinar y jugar baloncesto en una cancha de pavimento en La Ciudadela 20 de Julio, donde dice que corría más que driblar con la pelota. Pero el 18 de mayo de 2019 dijo que quería ser atleta.

Esa noche vio desde los exteriores del estadio Rafael Cotes a Caterine Ibargüen, medallista olímpica en salto triple. Estaba junto a Omar, su papá, al que había invitado tras regresar de Panamá.

Pegada a la malla del escenario, paralelo a la avenida Las Torres, de pie, sobre la arena que preparaba la siembra de arbustos y árboles, a unos 20 metros de la segunda curva de la pista y en un estadio abarrotado, vio de lejos los saltos de la atleta en un estadio inaugurado y volcánico con los aplausos de los espectadores. 'Esto es lo que quiero practicar', dijo.

La niña, que nació en Bogotá y regresó a Barranquilla y el diagnóstico de asmática, no disfrutó de su infancia con sus padres. La separación de Omar y Silfida, la dejó en manos de los abuelos paternos: Luis Castro y Luz Marina Sáenz en la casa de la Ciudadela 20 de Julio. Allí con su compañía y Yarizta, su hermana mayor, ha vivido la adolescencia, una crisis asmática y su progresión en el atletismo.

En diciembre del año pasado sufrió el ataque de asma. Estaba en el balneario de Taganga, en Santa Marta, junto a su tía y en la madrugada, con cara gualda, un pitido cada vez que intentaba respirar, una tos seca y vómitos, sintió que se le iba la vida.

En una moto, con el conductor y su tía, la llevaron a dos centros médicos. En el primero, un centro de salud de Taganga, no había atención ni personal para la emergencia. Bajaron a Santa Marta, donde la estabilizaron.

A los dos días se presentó a los entrenamientos con Joan Manga y respondió al esfuerzo. Manga sonríe como el que sabe que tiene un tesoro en sus manos. Castro es un caso particular en una niña que se graduará de bachiller a los 16 años, destacada por sus buenas calificaciones en Química, Matemática y la mejor de su salón en el colegio Reuven Feuerstein.

Saúl Mejía, docente de Química, no le pierde la pista y es uno de los que estará viéndola en el Sub-18. El reconocimiento del profesor a su alumna y atleta quedó manifestado en el regalo que le dio: un bolígrafo plateado, marca Parker y grabado con el nombre de la joven. El día que lo entregó le dijo: 'Es para cuando firmes tu primer contrato como atleta internacional'.

Los abuelos Luis y Luz Marina son inspiración. Heredó cierto ADN del deporte y la sangre afrocolombiana. Luis Castro, hombre de más de 1,80 metros de talla, jugó fútbol a finales de 1969 con Boricua Zárate, Ariel Valenciano y Fernando Fiorillo en el fútbol aficionado. Fue delantero con algo de gol, dice. Y Luz Marina Sáenz, mujer morena, baja e hija de un hombre de Remolino, Atlántico.

Esta mezcla ha dado en la atleta destaque por su ritmo para pasar vallas y correr. Joan Manga apunta que Luz está demostrando día a día que debe asumir responsabilidades en la casa, junto a sus abuelos. 'En marzo corrió los 100 metros vallas en 16 segundos (cronómetro manual), y rápidamente ha mejorado su velocidad con el trabajo de la técnica y la fuerza. Ha respondido a la exigencia física. En julio corrió 15.10 y es un desempeño superlativo que nos puede mostrar que es un talento. Esto lo decimos con los pies sobre la tierra'.