El Heraldo
‘Chamanes urbanos’ (2017), video performance del artista Giulliano Cavalli (Barranquilla). Jesús Rico
Cultura

La fábrica del arte que se abre a una ‘dimensión desconocida’

Hasta el 20 de noviembre se mantendrá abierto al público el Salón Regional de Artistas Zona Caribe, en el antiguo Edificio Coltabaco.

Según la teoría general de la relatividad de Einstein, los agujeros de gusano existen. Tienen al menos dos extremos y una única garganta a través de la cual se viaja en el tiempo. Ese pasaje teórico-práctico, que implica cruces generacionales y nuevas lecturas del pensamiento, es el argumento del 16 Salón Regional de Artistas ‘Dimensión Desconocida: Otros Relatos del Caribe’, que abre las puertas de una amplia escena artística en el antiguo Edificio Coltabaco, próximamente Fábrica de Cultura.

En este caso, ese ‘agujero’, también conocido como puente de Einstein-Rosen, conecta la realidad de los artistas del Caribe de los sesentas y noventas, obras que durante décadas han sido olvidadas, censuradas o no publicadas, con las propuestas que enriquecen el momento actual.

Son más de 30 artistas en exposición y 13 en publicación provenientes de ese Caribe ‘extendido’, que abarca distintas islas insulares y algunos agentes de la diáspora caribeña en Estados Unidos. 

En el Salón Regional, una curaduría de ‘La Usurpadora’ (María Isabel Rueda y Mario A. Llanos), los amantes al arte podrán apreciar una variedad de instalaciones, series de fotografías, piezas escultóricas, videos performance, pinturas, tiras de dibujo, relatos e imágenes, que pretenden contar “la historia del arte de la región que no se ha contado”. 

“Esta investigación no es una lectura actual de lo que es la región, es en últimas un diagnóstico del futuro y de cómo puede llegar a ser leída la región Caribe”, es la consigna de La Usurpadora. 

Hacia otro lugar

En un primer grupo, el salón acoge las obras dedicadas a narrar “otros paisajes”. Es decir,  obras que entienden los entornos como el resultado de distintos procesos políticos, económicos o medioambientales.

En iAgua! iAgua! (2002- 2017) , por ejemplo, Alexa Cuesta (Cartagena) retrata a través de una escultura creada con neveras antiguas, a la comunidad aguatera de Cartagena. Y en Tumba para el arte (1980),  Sara Modiano (Barranquilla 1951 -2010), invita al público a un encuentro con la muerte, en alusión a los sarcófagos hechos a la medida. Aquí, el visitante se encontrará con una planta rectangular elevada en un área de 7 metros x 9, con cinco escalones en descenso. La obra consta de tres espacios: uno para el cuerpo físico, otro para el espíritu y un tercero para el “yo” total.

La instalación Meridiano 82 (2016), de Mariana Vera, por su parte, se plantea como una crítica al abandono del gobierno colombiano sobre sus islas. La obra reúne 16 boyas de volúmenes diferentes obtenidas en medio de viajes náuticos realizados junto a pescadores de Providencia.

‘Maku’ (1969 -2018).
Homo Sensorium’

En un segundo grupo convergen los relatos e imágenes que parten de la ficción y que, de alguna u otra forma, cuestionan lo que hoy significa el ser humano.

Aquí, por ejemplo, aparece un presente distópico del paisaje urbano y rural de Barranquilla, infectada por una invasión espacial, obra titulada Asedio (2017), de Adalberto Calvo (Barranquilla), entre muchas otras propuestas.

‘¡Agua!¡Agua!’, de Alexa Cuesta.
Apolíticas del Cuerpo

El salón también ofrece un espacio para los artistas que trabajan la representación de la multiplicidad de los géneros y que apelan a sus deseos y fantasías más ocultas.

Los trabajos fotográficos de Martha Amorocho (Cartagena), El invisible retrato (2015) y La piel (2016), exploran la violencia sexual como generadora de emociones indecibles; mientras que en Alacena (1990), Celso Castro (Valledupar) cuestiona el tabú de cada persona con la sexualidad.

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