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Los días pasan y la ausencia terrenal de la memorable Diane Keaton se siente cada vez más. La noticia, que sorprendió al mundo del cine, ha hecho que poco a poco sus colegas y amigos la vayan recordando a medida que pasan los días.

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Uno de los que sin duda alguna conoció muy bien el talento de la intérprete fallecida a los 79 años el pasado sábado fue el director Francis Ford Coppola, que supo sacar de ella lo mejor en el personaje de Kay Addams en la trilogía de ‘El Padrino’.

Precisamente, utilizando unas fotografías de la actriz en ese personaje y un detrás de cámaras en el que aparece con el que también fue pareja de la artista, Al Pacino, el cineasta dedicó una emotiva despedida.

Empezó diciendo que “las palabras no pueden expresar la maravilla y el talento de Diane Keaton. Inmensamente inteligente, tan hermosa”.

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Coppola recordó que “desde sus primeras actuaciones en ‘Hair’ y a lo largo de su asombrosa carrera, fue una actriz extraordinaria. La vi en la película ‘Lovers and Other Strangers’ y supe que debía tenerla para interpretar a Kay en ‘El Padrino’ (personaje que, según me dijo, basó en mi esposa Ellie), y luego con su maravilloso trabajo en ‘Annie Hall’, mientras al mismo tiempo imponía una nueva tendencia de moda”.

El cineasta sentenció diciendo: “Todo en Diane era la creatividad personificada”.

Nacida en Los Ángeles en 1946, Diane Hall —su apellido original antes de adoptar el nombre artístico Keaton, tomado de su madre— nunca encajó en los estándares de Hollywood, y eso fue precisamente lo que la convirtió en única.

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Tras estudiar arte dramático en la escuela de teatro de Sanford Meisner, debutó en Broadway en Hair (1968), aunque pronto abandonó los escenarios para perseguir el cine. La suerte, y su talento, la cruzaron con un joven Woody Allen, con quien construiría una de las colaboraciones más memorables del séptimo arte.

En Annie Hall (1977), Keaton encarnó a una mujer que parecía estar hecha a su medida. Con sus chalecos, corbatas y un humor nervioso que se transformaba en encanto, Diane redefinió el concepto de protagonista femenina: no era la musa, ni la femme fatale, ni la heroína trágica. Era simplemente ella misma, y eso bastó para que la Academia le otorgara el Óscar a Mejor Actriz. Su interpretación no solo impulsó la película a convertirse en un clásico del cine moderno, sino que marcó un punto de inflexión para los personajes femeninos en la pantalla.

En los años siguientes, pasó de ser Kay Adams, la esposa del poder en El Padrino y El Padrino II (1972, 1974), a una mujer desgarrada en Reds (1981), de Warren Beatty, donde ofreció una actuación que la llevó nuevamente al Óscar.

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