Veníamos de la saturación del ruido, la alta contaminación, el apiñamiento en el transporte y espacio público, parqueaderos repletos, largas filas, así como también, en el ruido de las palabras expresado en su desproporción, locuacidad y en ocasiones hasta irresponsabilidad en el uso de las mismas.
Estábamos antes de la pandemias en una híper expresividad de palabras no necesariamente de sentimientos con fondo de incipiente. Nunca antes en la historia más reciente de la humanidad había sido tan fácil y fluido decirle al otro un “te quiero”, “te amo” y seguir y a la vuelta murmurar o manipular. Precisamente parte del autocuidado y cuidado por el otro que estamos viviendo limita el contacto físico como señal que podemos reflexionar.
El bullicio característico de las ciudades genera estrés y de la mano de este la ansiedad, la cual calla el silencio y da paso a la locuacidad descuidada, carente de sentido y a veces engañosa.
En su búsqueda por adaptarse a su entorno, el hombre usa mecanismos de defensa tales como la negación, la proyección, la evitación. Algunos menos saludable que otros. Sin embargo, hacer uso del silencio como mecanismo de defensa, es generador de homeostasis social porque evita tensiones que podrían terminar en violencia, especial cuando no se ha aprendido a dialogar. Por lo tanto, cerrar la boca es desde ese mismo instante generador de salud no solo física sino mental y por ende espiritual. El alto índice de la violencia intrafamiliar en lo que lleva el confinamiento refleja entre otros aspectos la necesidad de saber comunicarnos.
Hemos subvalorado el silencio probablemente por el hecho que en el inconsciente colectivo se registran impresiones que ponen de manifiesto expresiones como; “El que calla otorga,” “Que me iba a decir?”… “Lo deje callado”. Todo esto es asocia al silencio como indicador de debilidad.
A veces nos inquieta nuestro propio silencio, por eso hay quienes al tiempo escuchan radio, revisan correo, hablan por teléfono y ven televisión.
Desde lo mas profundo del ser, la manera absoluta de llenar el silencio es con la presencia de Dios que invade al hombre permitiendole vivir un pedazo de cielo en la tierra.
En esta época de alta tensión recordemos las virtudes que el silencio trae consigo; virtudes como la paciencia, el equilibrio, la escucha y la humildad entre otras. En si, el Silencio es una Virtud.
Si hay algo que dice mucho es el silencio: revelador especialmente si se une con el tiempo. Elocuente, como dicen las escrituras “es de sabios saber callar”, “hasta el ignorante cuando calla puede pasar por sabio”.
Así amigo lector si en su garganta tiene un “turugo” atravesado por qué no ha dicho algo que necesita decir a alguien, respire profundo, concéntrese en lo que realmente es su objetivo y espere.
Hacer uso del silencio es esencial para el hombre. Si observamos el transcurrir de los días de cuarentena podemos escucharlo. El silencio siempre tiene un porque y un para qué.
LA PANDEMIA Y LA SALUD MENTAL
La pandemia actual puso en evidencia nuestra vulnerabilidad.
Pensando en la salud mental, física y espiritual vale la pena revisar como dice el especialista en gerencia de mercado Alberth Choles “las estrategias comunicacionales deben orientar al ciudadano sobre lo que está pasando y que hacer”. “Urgen planes de contingencia de acuerdo a sus realidades y limitaciones”.
Revisando antecedentes de epidemias, por ejemplo, hacen hincapié en planes a nivel de estado, vigilancia epidemiológica, requerimiento de vacunas y medicamentos, así como el impacto y la carga económica. Los grandes ausentes en la programación generalmente son los aspectos psicológicos y sociales. Delicada situación cuando el común denominador en diferentes niveles y manifestaciones es el miedo.
El miedo es riesgoso de ahí que requiere una estrategia colectiva para su abordaje. A través de las redes sociales se evidencian comportamientos que presenta el ciudadano como el conteo paso a paso del incremento continuo de los afectados o fallecidos, la transmisión de información sin comprobar su veracidad unido a un cierto “morbo” de repetir una y otra vez lo negativo. El vivir sumando cuántos enfermos y fallecidos hay o el hacer cálculos y proyecciones de las pérdidas económicas. Conductas claras que reflejan la ansiedad subyacente. Una cosa es estar informado y otra la ansiedad tras el manejo de la información. Todo lo anterior de nota la presencia innegable de un alto riesgo psicosocial.
Desde el enfoque de la salud mental toda pandemia trae consigo tensiones en diferentes escalas, por lo tanto, se estima un aumento de la incidencia de los trastornos psíquicos. Cabe señalar que no todos los desórdenes psíquicos y sociales que aparecen califican como enfermedad, la mayoría se catalogan como reacciones normales ante una situación anormal.
Importante mencionar que las personas con antecedentes de ansiedad, depresión, claustrofobia entre otros requerirían de mas urgente atención. Ante cualquier de los casos consultar a un profesional especializado es conveniente.
Se debe estar atento a las manifestaciones como episodios de depresión, estrés post-traumático, nerviosismo frente al contacto social que conllevarían algunas dificultades de adaptación al entorno laboral y en general.
ACERCARNOS NUEVAMENTE…ABRAZARNOS
En la mayor parte del globo terráqueo hace muchos años no hacíamos un PARE de esta magnitud. Todos viviendo en confinamiento bajo el objetivo del autocuidado y el cuidado del otro.
Considero significativo que la prevención o mejor dicho el antídoto para tal pandemia esté al alcance de todos los que pueden disfrutar de un techo. Para algunos cansados por la agitación de su vida cotidiana lo han tomado como una oportunidad, reconociendo que el motivo o razón por lo cual se dió no era lo deseable, para otros amantes de estar fuera de casa podría ser un poco mas complejo la vivencia. Otros ignorando la magnitud del caso en la medida que avanzaron los hechos lo han comprendido mejor, aumentando la conciencia y el autocuidado.
¿Cuánto durara?
Expresaría como profesional de la conducta y la sensibilidad inherente a mi perfil que dure lo suficiente como para que sin apresurarnos a salir de la cuarentena, todo esté rigurosamente atendido o controlado garantizando la salud de la ciudadanía. Que dure lo suficiente para que el quedarnos en casa haya operado a favor de hacernos más conscientes de la presencia de Dios en el mundo, en cada aspecto de nuestra vida, del respeto al cosmos y a los otros actores del planeta como por ejemplo los animales, que dicho sea de paso están saliendo a disfrutar de sus espacios con más tranquilidad, sintiéndose “como pez en el agua”.
Es inminente señalar cómo el confinamiento forzoso nos está permitiendo desempolvar los valores, dar brillo al ambiente del hogar, a través del reconocimiento de sus miembros. Identificar los modos de comunicación en familia y simplemente como somos y cómo vivimos.
En eso de ocupar el tiempo en casa, les invito a tirar a la basura lo que nos hace daño: el ego, el pesimismo, la envidia, la ingratitud y la deslealtad. Retomar el diálogo y la alegría de compartir pequeños detalles en familia. Como psicóloga y madre de dos hijas rindo tributo a la vida del hogar, al gozo que experimentamos en el recogimiento, sin pitos de autos, sin trancones, sin frenos chirriantes, ni afanes. Sin necesidad de mucha gente a tu alrededor. El sonido de la brisa nos está mostrando diferentes ritmos: suaves, cálidos y apasionados; incluso, un toque más especial que el usual, fue el que experimente hoy cuando los músicos venezolanos con su alegre melodía y “dueños” de la calle pasaron entonando la melodiosa canción “Atlántico”, luego “La pollera colora”. Si fue diferente, porque con sus trompetas y tambores asumieron ante su necesidad el riesgo, aunque llevaban sus tapabocas, en un quita y pon para poder cantar y guardando cierta distancia uno entre otro. En ese momento no pensé en la ley. Si cumplían o no con el mandato de quedarse en casa. Impulsada por la alegría que trasmiten y por lo hermoso que se escucha salí al balcón a tomar las fotos y a reconocer su esfuerzo.
¿Qué viene después? Mi perspectiva necesariamente es esperanzadora, más que predecir mis letras llevan implícito mi deseo por medidas estatales preventivas, investigativas y de abordaje a favor de la población en general. Ver líderes de instituciones y empresarios más solidarios y a portantes para la superación de los rezagos causados por la pandemia. El ejercicio del teletrabajo en algunos casos podría continuar bajo criterios de desempeño por resultados, esto disminuiria el tráfico vehicular y con ello respiramos mejor y la familia se daría cuenta que no solo es importante la calidad del tiempo invertido en la educación y afecto con los hijos, sino la cantidad. Una rigurosa revisión al sistema de salud, una valoración a los perfiles de cargos profesionales de la salud, médicos, enfermeras y equipo paramédico, así como los psicólogos, trabajadores sociales y demás profesionales de las ciencias sociales. Esto va de la mano con la revisión de la escala salarial. Paradójicamente la medicina es hoy la profesión más costosa en el país, y son los salarios menos competitivos del mercado. Igual sucede con la psicología y demás ciencias sociales.
En medio de todo esto y por encima de lo anterior sería muy bueno que después de la pandemia, viéramos un hombre y mujer que reconozcan sus miserias, su nada; que pueda vivir siendo conciente como lo escribió Milan Kundera “La increíble levedad del ser”. Insisto menos ego, menos devoración del otro, mas cuidadosos y reflexivos antes de hablar, pensando que el camino es largo si la vida dura y la inclemencia de la lengua y el egocentrismo tienen sus consecuencias. No repetir lo que no sabemos, no suponer. En otras palabras, mesura al hablar. Haga silencio. Algunos tienen hijos y aun así no piensan en la repercusión que en el camino de la vida puede tener en ellos. Hoy se puede gozar de ciertos privilegios mañana no se sabe.
Finalizando, el confinamiento nos está ratificando que se trabaja con igual productividad desde el hogar, que el mejor vestido es una bata fresca, pijama o pantaloneta, que el mejor calzado son las sandalias, pantuflas o no tenerlos, que un buen gimnasio lo tenemos en casa y no necesariamente son las elípticas o caminadoras; la escoba y el trapero aportan a la salud y a la figura. Algunos están descubriendo sus dotes de chefs, otros su creatividad para reacomodar la decoración de muebles y accesorios del hogar, sacar lo que no se usa o no sirve entre otros.
Que bueno queridos lectores que este tiempo se estén permitiendo retomar la lectura, ponernos al dia con alguna películas que no habíamos visto.
Tenga presente que nunca es tarde para revisar como está viviendo su vida, estos días en claustro invitan a la instroyeccion a aprovechar para tener una conversación sensata con alguien o sencillamente a escuchar su silencio.
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