Durante años, el Caribe colombiano ha sido retratado como una postal de alegría infinita, cuya narrativa, impulsada por el marketing y la publicidad, ha reducido su complejidad a un estereotipo turístico que ignora las realidades sociales de la región. El marketing y la publicidad han sido cómplices, consciente o inconscientemente, de esta simplificación.

Cartagena, por ejemplo, recibió más de 4,8 millones de turistas en 2024, según Corpoturismo, sin embargo, barrios fuera del Centro Histórico enfrentan desempleo juvenil, informalidad y falta de servicios básicos, y aquí es donde el marketing puede y debe jugar un papel transformador.

No se trata de dejar de promover lo positivo del Caribe, al contrario: se trata de contar historias con propósito, que incluyan la riqueza cultural, el talento joven, la diversidad étnica y las iniciativas sostenibles que nacen desde lo local. En lugar de reforzar estereotipos, el reto está en complejizar el relato, hacerlo más humano, más verdadero y más estratégico.

Hoy, el 86% de los consumidores latinoamericanos esperan que las marcas contribuyan activamente al bienestar social de acuerdo con un estudio de Kantar. Eso implica que el mercado también está pidiendo autenticidad. Las marcas institucionales, territoriales, y privadas deben responder no solo con estética, sino con ética, y en una región como la nuestra, eso significa también asumir una postura frente a las inequidades históricas.

El problema no es el color, la música ni la alegría, el problema es que, cuando todo se reduce a eso, se borra lo demás: el esfuerzo, la innovación, la resiliencia. Cada campaña que no reconoce esta complejidad es una oportunidad perdida para fortalecer la identidad regional y promover un desarrollo más inclusivo.

Así las cosas, necesitamos pasar del eslogan vacío a la acción estratégica, lo cual implica revisar cómo comunicamos, para quién lo hacemos y con qué fin. Las marcas pueden -y deben- ser agentes de cambio, y en el Caribe colombiano, con sus múltiples retos y oportunidades, esa transformación es urgente.

Como creativos, estrategas y comunicadores, tenemos una responsabilidad inmensa: no seguir reforzando la imagen cómoda que nos enseñaron, sino construir una nueva, más honesta y poderosa, porque la marca Caribe no se crea desde una agencia en Bogotá: se teje desde el barrio, desde el manglar, desde la esquina donde alguien sueña con ser escuchado.

* Profesora de la UTB y consultora en Marketing y Publicidad