Parece que todas las columnas de inicio de Año Nuevo giraran sobre los mismos temas cada vez, como si el tiempo se suspendiera o se hubiera detenido indefinidamente. Para Colombia esto ha sido una constante, el país sigue con la misma agenda de las últimas décadas como si nada o poco cambiara: la lucha contra las drogas y el narcotráfico, la superación del conflicto armado y la consecución de la paz en los territorios, la corrupción como un cáncer metastásico en las instituciones nacionales, regionales y locales, y la pobreza atribuida a la ausencia de una política social sólida.
Esto sin hablar de todos los demás asuntos que por años han preocupado al país, como la salud y su prestación ineficiente, el acceso universal a educación pública superior de calidad, los problemas de crecimiento económico y desarrollo en las regiones, así como las preocupaciones ambientales que cada vez despiertan más alarmas. Todo un cóctel de asuntos que no se han logrado controlar y menos aún superar. Ahora, lejos de pretender hacer un diagnóstico o pliego de los problemas que agobian al país –todos los cuales, por lo menos superficialmente, se conocen– deberíamos pensar en cuáles son los hechos que han llevado a que en muchos aspectos pareciera que estamos en el mismo lugar.
Deberíamos empezar por la forma en que elegimos a nuestros líderes políticos, quienes sin lugar a dudas tienen el poder de representarnos y dirigir los asuntos de interés general. Durante años se han elegido a caciques políticos que no tienen ni el conocimiento ni la vocación para tomar decisiones que vayan más allá de sus intereses económicos, familiares o personales, principalmente en las entidades territoriales donde la compra de votos y el populismo tienen un mayor impacto gigantesco.
Ahora, también es cierto que la incapacidad que tenemos para avanzar está relacionada con la inmadurez de muchos de quienes han dirigido las instituciones públicas, desconociendo el trabajo de sus antecesores por querer marcar territorio o dejar su impronta personal. Esto ha sido un problema en todos los órdenes, pues todos se dedican a planear nuevas políticas públicas, a hacer cambiar y crear nuevos planes, en vez de direccionar y ejecutar sobre los avances ya obtenidos. Está bastante claro que la democracia y la alternancia en el poder suponen un cambio de doctrina y de políticas que corresponde a la voluntad popular, pero esta voluntad no se debe malinterpretar para el derroche y la falta de planeación.
Todo esto, sumado a la ausencia de una sociedad civil que se indigna pero no exige como debe, ha sido la ecuación perfecta para mantenernos año tras año con los mismos problemas sin resultados a mediano y largo plazo. Muchos piden que empecemos este 2019 como una hoja en blanco, en lo personal puede funcionar, pero lo público y en lo político sería una contradicción a lo que hemos trabajado durante años. Lo cierto es que para este año Colombia debe empezar por revisar que no se estén implementando políticas ni ideas que ya han sido probadas con el fracaso previamente y apostarle a una visión liberal y fresca a la hora de buscar soluciones reales y no favorabilidad en encuestas.
@tatidangond
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