La película trata sobre una comunidad que desarrolla sus actividades en un fuerte que consideraba inexpugnable: sólidos cimientos, gruesos y fuertes muros, altas torres de vigilancia y, en fin, todo lo que podía garantizar abrigo, seguridad, y tranquilidad. Claro, había que hacerle mantenimiento locativo, y conservar la lealtad y la moral de los vigilantes, cosa que durante diez años se hizo con denuedo.
Pero hubo después un bache de ocho años en los que, no sólo se abandonaron las tareas de restauración de las estructuras, sino que premeditadamente se desestimó la original selección y estricta escogencia de los vigilantes del fuerte, de los encargados del depósito de armas, de la escuela de militancia, de los trabajadores y del personal en general, y se promovió el paulatino ingreso de individuos pertenecientes a filas enemigas. El nuevo comandante del fuerte encontró todo en pésimo estado: las torres de vigilancia deterioradas, su personal encargado no es leal a la causa, al revés, son prestos a apoyar una eventual agresión; los del armamento estaban disminuidos en insumos, y arredrados en su moral por muchos años de displicencia disciplinaria; y los trabajadores, dominados por el enemigo ante la ausencia de interés laboral. También el Consejo de Ancianos había perdido fuerza por la infiltración de jefes tribales adversarios. Para colmo, se avizora una masiva incursión de tropas enemigas, con el claro propósito de invasión para ocupar todos los frentes, para tomarse el fuerte. Es una amenaza inminente que el nuevo gobernante, con escasos dos años de mando, debe afrontar para conjurarla en los dos años que le restan de mandato.
Lo preocupante es que ésa es la película de nuestro país: La educación, léase Fecode, está abiertamente tomada por el comunismo, las escuelas en manos de orientadores que desorientan, aplican adoctrinamiento contra los valores, en su plan de tumbar al gobierno promueven paro tras paro. Los trabajadores se agrupan en cerrados círculos que no disimulan sus planes revolucionarios, apoyan y hasta fomentan los paros contra el gobierno. Y las torres de vigilancia, léase Tribunales y Cortes, no lanzan alertas sobre el avance enemigo, sino que se pronuncian mediante equívocas señales de interferencia a la misión del Estado, lo que los pone en entredicho. El Consejo de ancianos, léase Congreso, acaparado, amilanado por un Petro depredador que convoca a desobediencia civil y a la asonada, y nada le pasa, nadie lo demandó. Hasta las fallas de la salud pudieran asociarse con el complot. Todo señala que se prepara una invasión, pero sin armas, no van a disparar contra su propia gente apertrechada en el gobierno. La cosa hay que frenarla. Lo grave es que ciertos medios poderosos les acolitan sus avances, parecen no visualizar el búmeran.
Duque, con apoyo de todos, debe hacer algo drástico para repeler la amenaza, y hacerlo pronto, pues día a día ganan terreno, ya tienen tomadas educación, trabajo, y casi toda la justicia y el Congreso.
Así estamos. Por todas partes sitiados.
rzabarainm@hotmail.com
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