No hay plazo que no se cumpla, así que el domingo estaremos en lo que antes fue una fiesta, convertida hoy en desfile de rostros herméticos que no dejan traslucir preferencias. Tal como en las películas de terror, los avances sugieren escenas horroríficas, pero el filme nada que ver. No habrá salto al vacío ni desastres, ni tampoco nada distinto a lo que se pronostica, Fico y Petro serán los contendores de segunda vuelta, seguidos por el ingeniero a quien, al igual que con Fajardo en 2018 le aparecerán, además de los pocos voticos de algunos santandereanos (algunos, porque allá tiene su fuerte oposición), y los muchos votos de aquéllos que se dejaron llevar por el caudaloso río de la narrativa antiuribista (tienen pesadillas con Uribe, no pueden dejar de nombrarlo) que afirma que Fico es Uribe, y de los incautos que comieron del cuento mamerto que sostiene que Rodolfo le ganaría a Petro en segunda vuelta.

Aunque en esto el orden de los factores tampoco altera el producto, y aunque ninguno de los dos se elija en primera vuelta, seguro que Fico superará a Petro, en premonición de su aplastante triunfo en la vuelta definitiva, para que los revoltosos se vayan mentalmente programando, y también preparando su vandálica protesta que de todas maneras surgirá, y que Duque no contendrá puesto que, a dos meses de su salida, no dará papaya ni hará nada que se preste para señalarlo o acusarlo como dictador, violador de derechos humanos y todas esas vainas que los izquierdosos de siempre se inventan para desprestigiar a sus opositores. Así que ni pensar en ninguna “conmoción interior” ni nada por el estilo, el orden público será problema de su sucesor, tal como hizo con el Acuerdo de Escazú, que lo presentó al Congreso y lo dejó ahí para que no lo tilden de antiambientalista. Duque es muy joven, y lo que está es cuidando su inmediato futuro.

Estos son, obvio, pronósticos en el entendido y la esperanza de que todo debería funcionar dentro de una transparencia y decencia, además de confianza y credibilidad de la institución a cargo, que ni el registrador Vega ni el Consejo Nacional Electoral poseen. Vega es un tipo sin orgullo que parece cumplir a costa de lo que sea las instrucciones de su promotor y sostén Juan Manuel Santos, que el país sabe bien de lo que es capaz en materia de tramoyas. Ya fracasó con la elección Duque; ya embarcó a Fajardo y al académico Gaviria en la aventura de la coalición fracasada. Pero no desmaya en su afán por imponer gobernante, y apoya a Petro, para cuyo triunfo cuenta con Vega, quien ya le dio largas a la contratación de la auditoría y, ante la presión, pidió exóticas condiciones que ya una empresa seria rechazó, pero que aceptó Datasys Group la cual, según la senadora Cabal, está cuestionada y tiene ocultos vínculos con el combo santista de Indra, todos sospechosos. Y a la Cabal siempre hay que creerle.

La esperanza es que conserven algo de dignidad, y por esta vez tengan vergüenza y hagan las cosas como debe ser y que Santos, en este intento, otra vez fracase.

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