Comenzaron la cosa antes de lo previsto, porque lo de Ordóñez les pareció, según el desquiciado Petro en desafortunadas declaraciones, un “papayazo”. Se equivocaron. No era la oportunidad. Si bien incendiaron varios CAI y vandalizaron, no lograron lo que buscaban, la campaña presidencial está lejos, la gente aún se siente en pandemia y quiere reactivarse económicamente, así que tan desquiciado desastre produjo fue rechazo.

Es que las pandillas barriales que tenían contratadas, dotadas, adoctrinadas y preparadas en espera de la señal de ataque, ejecutaron su desquiciada misión, pero fuera de estrategia, la simultaneidad los delató y, claro, quedaron mal. Pensaron que los oficiales organismos de inteligencia no los tenían detectados ni identificados, que lo están, y plenamente. Pero la misma ley no creyó que los malandros fueran tan brutos, y precipitaran los ataques. Así que hoy los están judicializando, la izquierda radical tendrá que volver a comenzar a montar su desquiciada organización.

Otra desquiciada, la alcaldesa de Bogotá, también tiene afán, se le acaba el tiempo, pretende lanzar su candidatura a la presidencia, debe renunciar con legal anticipación, pero todo le sale mal. Su desquiciado ego le hace creer que los demás son tontos y con el tipo De Roux y sus cómplices le preparó en la Plaza de Bolívar una encerrona a Duque en la que, obvio, no cayó.

¿Duque tonto? ¿Ingenuo? Por un lado la izquierda radical lo acusa de fascista, y por el otro la línea dura del Centro Democrático lo acusa de demasiado manso. Duque no es ni lo uno ni lo otro, lo que demuestra su equidad. Duque es cerebral, no visceral. No discute, no confronta, escucha y hace lo que cree mejor para el país. Tiene claro que el destino de Colombia no puede manejarse por reacción, ni emocionalmente. Por ello debemos confiar en su criterio y sus métodos. Por ello instruyó a Holmes para que, ante la desquiciada y estrambótica propuesta de modificar a la Policía y volverla un organismo civil respondiera que estaba abierto a escuchar. ¿Imaginan la rebatiña de la politiquería por los numerosos puestos de una policía civil? ¿Imaginan a cada comandante siguiendo instrucciones y atendiendo recomendaciones de su regional jefe político? ¿Qué hacía en ésa reunión el inefable Carrillo? Él es santista, a Santos no le importa el país, sus hijos ya comenzaron a declarar siguiendo su desquiciada y tramposa estrategia, la que en esta columna se denunció el pasado jueves.

La Policía como institución merece todo el respeto y apoyo, independiente de cualquier desmán o abuso de algunos de sus agentes. Requiere cambios, pero nunca limitando el uso de las armas, pues defenderse y defendernos lo pueden lograr es intimidando con ellas, y no con estampitas. Sí reestructurar su enfoque, su proceso de ingreso, sus instructivos sociales, y hasta sus altos mandos, que no se sabe hasta qué punto estén infiltrados o desmotivados. Pero manteniéndolas bajo la órbita del Mindefensa, porque son quienes nos protegen de los acosos del montón de desquiciados.

rzabarainm@hotmail.com