Cali, Bhopal, Beirut
El mundo sufre suficiente con la barbarie deliberada de terroristas y narcotraficantes. Las tragedias no intencionales son evitables y deben ser evitadas.
Tres tragedias evitables. La de Cali ocurrió un 7 de agosto como hoy en que escribo estas líneas. Era el año 1956, a eso de las 2 de la mañana el estallido de 6 camiones con 42 toneladas de dinamita destruyó 41 manzanas del centro de la ciudad. El destrozo fue tal que no encontraron casi cuerpos completos. En una fosa común sepultaron 3.725 cráneos e incontables extremidades. Cali tenía entonces 400.000 habitantes, 4.000 fallecieron. Sería equivalente a que en Barranquilla perdieran hoy la vida 12.500 personas. El explosivo venía de Buenaventura rumbo a Bogotá. Los camiones se parquearon en la antigua estación del Ferrocarril del Pacífico. Nadie previó nada. Un disparo accidental o una colilla de cigarrillo fueron las posibles causas. El General Gustavo Rojas Pinilla era el presidente y el ambiente político estaba muy caldeado. Gobierno y oposición se inculparon mutuamente.
El peor desastre industrial de la historia sucedió el 3 de diciembre de 1984 en una planta química de Union Carbide y el gobierno indio, en Bhopal. Una falla de mantenimiento condujo a una fuga de 42 toneladas (coincidencia) de un producto que se descompuso en gases muy tóxicos, uno de ellos conocido como cianuro de hidrógeno, que formaron una nube letal más densa que el aire que recorrió a ras de suelo toda la ciudad. Nadie estaba preparado. Miles de personas y animales murieron casi de inmediato. Muchos fallecieron al intentar huir durante la caótica evacuación de la ciudad. 8.000 personas murieron en la primera semana, otras 12.000 posteriormente y 150.000 sufrieron graves secuelas, miles de ellos quedaron ciegos. El entorno del lugar del accidente quedó contaminado por décadas. La planta fue abandonada. Union Carbide pagó cientos de millones de dólares al Estado indio por daños y perjuicios de todas maneras irreparables.
Esta semana, en Beirut, ocurrió la mayor explosión no atómica conocida. A hoy, la conjetura más aceptada es que 2.750 toneladas de Nitrato de Amonio, un material que se puede convertir con facilidad en fertilizante o en explosivo, abandonadas durante 6 años sin medidas de seguridad en el puerto, produjeron una estallido accidental que dejó más de 150 víctimas mortales, 4.000 heridos, destrucción masiva de viviendas y del puerto más importante del país. El Líbano, adalid original de la navegación, el comercio y la cultura, el país más cristiano y democrático del medio oriente, es hace medio siglo escenario y víctima de los conflictos regionales. La dilución demográfica y política de los cristianos maronitas y la división del emergente poder musulmán entre chiitas y suníes ha erosionado sin pausa la gobernabilidad y empobrecido el país. Nada le hacía menos falta que esta tragedia que acongoja también muchas familias del Caribe colombiano y a nosotros sus amigos. El mundo sufre suficiente con la barbarie deliberada de terroristas y narcotraficantes. Las tragedias no intencionales son evitables y deben ser evitadas.
Rsilver2@aol.com
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