En el principio era el caos, deambulábamos en grupos, enfrentados a otros y a fieras por el agua, la caza o las frutas de la sobrevivencia diaria, y por las mujeres portadoras de vida para la supervivencia de la tribu. Los períodos interglaciares, cortos, cálidos y estables, ocurren cada 80 mil años. El último de ellos, en el cual estamos, comenzó hace casi 11 mil años (duran unos 15 mil) y es el primero que nos toca habiendo desarrollado la inteligencia suficiente para descifrar los ciclos de las estaciones y los astros. Así iniciamos la agricultura en varios continentes; y con ella surgió hace cerca de 6 mil años el más importante invento de la humanidad: las ciudades. Brindaban seguridad física y alimentaria y la aglomeración favoreció el desarrollo de destrezas complementarias al alcance de todos.
Un día de 2007 un campesino llegó a alguna ciudad del planeta. A partir de ese momento más de la mitad de los terrícolas somos citadinos. Todos fuimos desplazándonos, en ocasiones empujados por guerras o desastres, pero realmente todos “víctimas” de la seducción de la vida urbana. La aglomeración, que es la combinación de cantidad y densidad, es el elemento fundamental del atractivo de la ciudad, porque genera economías de escala para casi todos los servicios: agua, alcantarillado, luz, gas, educación y salud. A medida que incrementa la aglomeración se disminuyen sus costos unitarios y es posible mejorar o abaratar su cobertura y calidad.
Con una excepción: el transporte. Las oleadas de movilización masiva cotidiana del hogar al trabajo o al estudio y de regreso, ocasionan picos que colapsan la movilidad. La única solución, los sistemas de transporte que llevan la vía, subterráneos, elevados o a nivel de calle, sufren deseconomías de escala. Mientras más grande la ciudad, mayor es el costo unitario de ofrecer un servicio rápido, de tiempos predecibles, cómodo y seguro. Extra costos tanto en la inversión como en la operación que demandan altos subsidios, en Colombia insuficientes.
Los habitantes de escasos recursos de los suburbios en nuestras ciudades consumen su sueldo y su vida apretujados en buses que se detienen donde vean un pasajero o en trancones de duración incierta. Sin un servicio de transporte digno y eficiente, la gente de menos recursos debe tener la opción de vivir más cerca de los sitios de trabajo y estudio. La densificación y la diversidad social del territorio tienen que hacer parte de la solución. ¿Para cuándo?
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