Hace dos semanas Robert Solow, profesor emérito de economía de MIT, a sus 99 años, se marchó a la morada de los dioses de la ciencia económica. No quedará solo Solow. Más temprano que tarde lo acompañarán los cuatro premios Nobel a quienes dirigió sendas tesis doctorales, varias docenas a quienes también dirigió las suyas y miles a quienes enseñó, con rigor y afecto legendario, durante los 74 años que estuvo vinculado al Departamento de Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Sirvió también a su país de múltiples formas. John Kennedy, habiendo prometido “gobernar con los mejores y los más brillantes” lo incluyó en su Consejo de Asesores Económicos.
Pero especialmente sirvió al mundo por su contribución a entender los fundamentos del crecimiento económico moderno. Éso, pensamos muchos, es el problema más apremiante de la ciencia económica. Por entonces hasta el mismo Solow daba por hecho que capital y trabajo, o sea el mero incremento de la inversión y de la población, explicaban la mayor parte del desarrollo económico. Pero no, utilizando series estadísticas de medio siglo de la economía norteamericana, concluyó que factores tecnológicos, educativos, habilidades para el trabajo y todo tipo de innovaciones generaron cerca del 80% del crecimiento de ese período. Solow llamó a esa variable la Productividad Total de los Factores. Por varios artículos publicados entre 1956 y 1960 argumentando esas tesis que influyeron en la política económica de muchos países Solow recibió el premio Nobel de Economía en 1987.
Esos otros factores, estimulados deliberadamente por políticas públicas, fueron determinantes para el despegue de países como Corea del Sur e Israel, como explica Bruce Mac Master en su reciente libro El Continente de los países resignados. Y, en contrario, a la inexistencia o el desestimulo de algunos de ellos se puede atribuir el estancamiento económico de la Unión soviética y de los países de Europa del Este detrás de la “cortina de hierro”. El modelo de Solow del crecimiento económico aclara también que podemos construir capital físico ahorrando e invirtiendo ese ahorro; que el capital físico se deprecia constantemente y que tiene retornos económicos decrecientes. Por eso el crecimiento continuo de bienes de capital en algún momento deja de hacer que la economía crezca, a menos que vaya acompañado de la novedosa variable que Solow incluyó en su modelo y nos dejó como tarea seguir dilucidando sus componentes.
Ref.: MIT News; Noahpinion.
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