De todo hay en la viña del señor; existen servidores públicos con vocación de servicio y de cumplir con el juramento que realizaron al momento de aceptar el cargo. También existen servidores que en su afán de enriquecerse hacen lo posible y lo imposible, incluso engrandecer el sufrimiento de los más necesitados. Se burlan de la confianza depositada en ellos y actúan impunemente, como si estuvieran por encima de la ley.

Es vergonzoso ver cómo dilapidan el dinero destinado a mejorar la calidad de vida de los más vulnerables, mientras ellos disfrutan de lujos y privilegios mal habidos. Sus mentiras y engaños son descarados, y su desfachatez no conoce límites. Se consideran intocables; actúan como mafiosos, como capos, rodeados de escoltas y camionetas blindadas.

Es hora de que la sociedad se levante y exija justicia. No podemos permitir que estos cleptómanos y mitómanos sigan dominando a sus anchas, pisoteando los derechos de los ciudadanos y sumiendo al país en la corrupción y la impunidad. Es responsabilidad de todos alzar la voz y luchar por un país donde la honestidad y la transparencia sean los pilares de la administración pública.

La corrupción es un flagelo que ha afectado a la sociedad colombiana, minando la confianza en las instituciones y perpetuando la desigualdad. Los servidores públicos que se han doblegado ante la maldita corrupción, no tienen perdón de dios ni del pueblo.

La corrupción no solo se limita a lo económico, también se manifiesta en la falta de transparencia de los servidores públicos. Muchos de los que se dedican a saquear el tesoro público utilizan su posición de poder para beneficio personal, sin importarles las consecuencias que sus acciones puedan tener en la sociedad. Si son descubiertos y llevados ante la justicia pasaran su condena en la comodidad de sus mansiones, amparados en su mal estado de salud, con el beneplácito de un juez que lo considerará una persona que no representa un peligro para la sociedad, porque ser cleptómano y mitómano no es una amenaza.

Es fundamental que la sociedad se mantenga vigilante y denuncie cualquier acto de corrupción que detecte. Los ciudadanos tienen el poder de exigir cuentas claras y responsabilizar a los corruptos por sus acciones. Solo a través de la presión social y la participación ciudadana activa se podrá combatir eficazmente la corrupción en todas sus formas. Es necesario fortalecer los mecanismos de control y supervisión para prevenir y sancionar la corrupción en la administración pública. Los entes de control deben contar con los recursos y la independencia necesaria para llevar a cabo investigaciones exhaustivas y garantizar que los responsables rindan cuentas ante la justicia.

La corrupción es un cáncer que socava los cimientos de la sociedad y perpetúa la desigualdad y la injusticia. Es responsabilidad de todos alzar la voz y trabajar juntos para erradicar este mal que tanto daño causa a nuestra sociedad. Solo con un compromiso firme y una acción colectiva podremos construir un país donde la honestidad sea una realidad y no una quimera.