¡De nada sirve ir al médico si el paciente no se quiere curar! ¡De nada sirve quejarnos si el mal ha sido creado y propagado por nosotros mismos! La situación política y social del país no es un tema que le compete a unos pocos; Nuestra participación, por acción u omisión, en la elección de nuestros gobernantes nos hace absolutamente responsables de los destinos de nuestra nación. La responsabilidad de los ciudadanos no llega a su fin con el voto popular. Muchos no ejercen el sagrado deber de elegir, pero nuestra democracia no es delegativa; tenemos un sistema democrático participativo, y es un deber, una obligación de todos los ciudadanos participar activamente en el control político de las decisiones relevantes que el gobierno tenga que tomar.
Otra cosa es que, por motivo de la ignorancia del pueblo, quienes elegimos para gobernar tengan el camino despejado para realizar acciones sin control. Desde las decisiones más sencillas en los pequeños municipios hasta las reformas y leyes más complejas deben ser conocidas por todos los ciudadanos, quienes están en el deber de respetar, pero también de participar. Somos un país pobre en medio de la riqueza. La mayoría soportamos los avatares del sufrimiento, la escasez, la inseguridad y la violencia, mientras que unos pocos privilegiados gozan de los beneficios de la riqueza, muchas veces acumulada por medio de la defraudación y la corrupción. ¿De qué sirve vivir en un estado social de derecho si no existe la libertad? Si estamos sometidos a la esclavitud de la corrupción, a la violencia y al imperio de la ignorancia, edificados por la pereza y la falta de conocimiento. ¡Es triste pero cierto!
No sé si existe un remedio para tan agudo mal, y si existiera, no estoy seguro de que la sociedad se quiera curar. Es increíble que, en medio de la asfixia que tenemos que soportar con el desempleo, los altos costos de la canasta familiar, y ni hablar de los servicios públicos, los colombianos del común cada día tenemos la vida más difícil. Sobrevivir se ha vuelto un arte; la resistencia y paciencia son la mejor compañía. No hay esperanza, no hay señales que indiquen que las cosas van a mejorar. Vivimos tiempos difíciles, que solo podremos superar si despertamos y reaccionamos. Salir de la crisis implica compromiso; reaccionar genera la necesidad de estudiar la situación y plantear soluciones. Debemos estudiar la constitución y conocer las leyes, ejercer los mecanismos para defender nuestros derechos. No podemos permanecer por más tiempo esclavos de la corrupción, de la indiferencia, de la injusticia. Recuperemos lo perdido; hay que actuar. ¡Es triste, pero es cierto!