El circo de la actual campaña presidencial, con el respeto que la fascinante actividad circense que lleva alegría a los pueblos del mundo me merece, bien pudiera ser calificada como “Circo de Pueblo”, precisamente por la pobreza de la puesta en escena de sus payasos.

En definitiva, insistimos Colombia no merece el bochornoso espectáculo de “Circo de Pueblo” ofrecido por las campañas presidenciales, hasta el punto de que el estadista esperado para darle un cambio a los destinos de nuestro país, no llegará en las próximas elecciones del 29 de mayo de 2022.

Nuevamente sin duda serán aplazadas las más sentidas reivindicaciones sociales, políticas y económicas. También serán postergados la lucha contra la: corrupción, violencia, despojo, exterminio, narcotráfico, seguridad, desplazamiento y todo lo que signifique justicia social, desarrollo sostenible, paz y reconciliación nacional, sueños anhelados por una sociedad históricamente engañada por su clase dirigente, tal como lo ha sido la nación colombiana.

La campaña presidencial no representa el antídoto contra los problemas endémicos de Colombia. Esta campaña presidencial, como lo diría un alto servidor de la patria, sorprendido por lo frugal de su propia respuesta “no salió bien”. Es que nada está bien en una campaña presidencial como la que nos convoca, la cual adolece de propuestas, altura, intelectualidad, transparencia y ética, circunstancias que la hacen bochornosa, agresiva y liviana, calificada así por las personas con pensamiento crítico e independiente.

Por su parte las grandes mayorías incautas asisten al show barato de “Circo de Pueblo”, en que han convertido la campaña presidencial, obligados a tomar asiento divididos en las galerías de: la derecha, el centro y la izquierda, frente a actos oscuros, violentos, indiferenciados, insulsos y contagiosos, que los ponen al borde de ser casi unos “enajenados mentales”, debido a la efectividad del “show” de las campañas presidenciales que hipnóticamente le maneja sus emociones más primarias: asco, tristeza, alegría, ira, miedo y sorpresa.

Hoy, asistimos a un verdadero entrampamiento al pueblo colombiano que le hacen las campañas presidenciales. Para entender el alcance del término “entrampamiento”, a que se nos compelen inmisericordemente las campañas presidenciales, “se trata de un sustantivo masculino de uso obsoleto, referido como la acción y resultado de entrampar o entramparse, en hacer que cualquier especie caiga en un cepo o trampa, en defraudar, engañar o enredar artificiosamente, que enreda o confunde de algún negocio o de gravar con deuda”.

Es decir, la actual campaña presidencial es tan vergonzante porque en realidad se constituye en el más efectivo entrampamiento hacia el pueblo de Colombia para defraudarlo, engañarlo, enredarlo y confundirlo, con el único propósito de elegir un presidente de la república preso de la misma corrupción de siempre, cuya motivación única es el su propio interés económico y el de sus secuaces, a través del favor de un voto ciego, coaccionado, pasional y fanático.

@orlandocaba