Reviso en Google el puesto que ocupa nuestro país entre los más desiguales del mundo y aprecio que no coinciden las diferentes entidades que definen esa medición, tales como el banco Mundial, Forbes, etc., utilizando como sistema el Coeficiente de Gini. Pero sí que Colombia se ubica en los deshonrosos primeros lugares a nivel planetario, posición que nos debería avergonzar, pero muchísimo más a quienes han sido a través de décadas, los verdaderos responsables de esa situación de iniquidad e injusticia social, que no son otros que los políticos que han manejado este país de una manera desacertada, incrustados en las tres ramas del poder, con las escasísimas excepciones que hay que reconocer, son como islas dentro de un mar de intereses mezquinos y de corrupción rampante. También algunos muy reconocidos empresarios cuyo único objetivo ha sido el de incrementar sus fortunas, sin que podamos considerar a Colombia, con las excepciones de rigor, como un país de multimillonarios altruistas y desprendidos. Situación que podría calificarse como un egoísmo pecaminoso y hasta estúpido, porque nada mejor para la empresa privada que funcionar en un país con una población con mayor bienestar y capacidad adquisitiva.
Resulta que estamos en un momento a nivel mundial, en el que ha quedado en evidencia la fragilidad humana ante la agresividad de un minúsculo virus que nos ha demostrado que no respeta raza, ni clase social ni económica, realidad que debería servir para que, tanto políticos, como grandes empresarios, replantearan sus metas futuras. Pero si la covid-19 no ha sido suficiente, a nivel nacional una muy importante proporción de la población se mamó de esa maldita desigualdad y decidió salir a las calles a protestar, a pedir un cambio en la manera de gobernar, aprovechando los erráticos manejos del gobierno central, situación hábil y maquiavélicamente aprovechada por unos políticos incendiarios e irresponsables, liderados por un resentido de hablar antipático, mucho más funesto que los que han manejado al país como un feudo propio. Es así, como unos pocos, utilizando a miles de idiotas útiles, están incendiando al país.
Considero que ha llegado el momento para que grupos de muy importantes y adinerados empresarios, se reúnan para montar y financiar cientos de empresas eminentemente sociales, pensando, quizás por primera vez en sus vidas, más en el prójimo necesitado que en sus propios beneficios. Y si han sido tan exitosos para amasar fortunas, muy seguramente gozarán de la habilidad suficiente para generar exitosas empresas con un fin más noble. Llegó la hora para que diseñen proyectos de tipo social, reactivando la industria y el agro para generarle empleo a millones de jóvenes capacitados, hoy sin oportunidades laborales. Y por el lado del gobierno central, la hora de bajarse de esa nube, aceptar que es el momento de cortar con el despilfarro y desmontar tanto gasto desmedido e inoficioso, criticado por todos los colombianos, eliminando excesivos e inútiles cargos, así como antipáticos beneficios a congresistas y a altos empleados de las tres ramas del poder. Darle prioridad a acabar con esos multimillonarios gastos y con la rampante y desenfrenada corrupción, así como recuperar ingresos perdidos por la funesta reforma tributaria pasada, debería ser la prioridad del gobierno antes que gravar más a la clase media. Todo lo anterior para construir una Colombia más justa e igualitaria. Y salvarla, para no convertirla en una segunda Venezuela.
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