En exactamente tres días comienza el último mes del 2020, y la verdad, parece mentira. Parece mentira lo que ha sido este año, parece mentira que estuvimos meses encerrados, parece mentira lo que hizo con nuestras vidas, parece mentira lo que nos cambió, y parece mentira lo mucho que nos enseñó.
Normalmente, por estas fechas estaría escuchando ‘Las Cuatro Fiestas’ a todo timbal por los ‘rumbones’ que se avecinan, estaría escogiendo ‘la pinta pal siete’, estaría en el Metropolitano para ver al Junior ganar (bueno, eso es si nos está yendo bien), estaría en paseos con amigos, estaría bailando en La Troja, estaría recorriéndome los almacenes para buscar los aguinaldos, estaría pensando en dónde pasar el 31, y por supuesto, estaría calentando motores para el Carnaval.
Sin embargo, por obvias razones, ahora todo es distinto, y aunque mientras escribía el párrafo anterior me di cuenta de lo mucho que extrañaré gozarme diciembre como lo he hecho siempre, también es cierto que si algo he aprendido este año, es que hay que verle el lado positivo a los obstáculos que se nos presenten en el camino. Y esta no será la excepción.
No será un mes con fiestas en las calles, pero sí será uno para estar mucho tiempo en la casa con la familia. No será un mes de eventos masivos, pero sí será uno en el que celebraremos las cosas pequeñas, ver a un amigo que hace mucho no veíamos, ver a un abuelo que permanecía aislado y abrazar a un familiar que desde hace meses solo veíamos por Zoom. No será un mes rodeado de ferias, festivales y conciertos para despedir el 2020, pero sí será uno para agradecerle enormemente por lo que hicieron en él, a nuestros médicos, enfermeros y personas en el sector de la salud.
Me gusta creer que esta pandemia nos ha hecho mejores seres humanos, que nos ha hecho más conscientes del mundo en el que vivimos y de las carencias que tantos tienen, pues si hubo una cosa que este golpe de realidad nos dio, fue la de demostrarnos a todos las enormes diferencias sociales y económicas que tenemos, y la importancia de tener como prioridad acortarlas.
Es por esto que me gusta pensar que en este diciembre, como nunca antes, nos dedicaremos a compartir, pues creo que nos ha quedado claro que utilizamos la palabra ‘necesitar’ con mucha ligereza. La verdad, no ‘necesitamos’ nada distinto que ponernos en la tarea de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que todos tengamos una vida digna.
Así que los invito a que en este último mes de este año tan difícil, un año de duras decisiones y de enormes incertidumbres, lo celebremos compartiendo. Compartiendo más que nunca. Compartiendo con los que realmente les hace falta. Compartiendo no solo porque sea Navidad, sino porque es lo correcto.
Cambiemos los festejos que vienen con las brisas decembrinas, por una oleada de empatía, solidaridad y amor, y logremos que este diciembre sea el más significativo de nuestra historia.