La unión de poder político y futbolístico no es nueva. Existen varios casos, uno de los más emblemáticos es el de Silvio Berlusconi y el Milán. Fue en el club 'rossonero' donde forjó las bases de su popularidad. Il Cavaliere, como se le conoció, fue todo lo políticamente incorrecto que se podía ser, y al mismo tiempo audaz. Cometió delitos y pagó por ello. Un personaje icónico en el escenario europeo de la década pasada.
Tal vez mejor dirigente deportivo que político. ¡Vaya ironía! A un equipo que compró en una tremenda crisis, lo convirtió en uno de los más importantes del mundo. Y es que el Milán adquirió personalidad con él. El palmarés incluye ligas y Champions. Eventualmente, mientras atravesaba su peor momento mediático, vendió. Luego compraría el Monza, club que pasaría de tercera categoría a primera, en solo un par de años, bajo su liderazgo.
Lo que cuento brevemente en el párrafo anterior resume a Silvio, un tipo de contrastes. De grandes crisis y de enormes triunfos, no solo en el plano empresarial. En lo público hubo una década en la que arrasaba. Con los años, vendría su desgaste y cada vez más las cosas le saldrían menos como él quería. Víctima de sus excesos. Sus controversias le pasaron factura temprano y terminó tragado por sus propios escándalos.
¿Cómo me atrevo a señalar que un hombre que fue tres veces Primer Ministro fracasó en lo público?, porque a pesar de sus victorias electorales y su avasallante carácter; en Italia no lo recuerdan mayoritariamente por su legado sino por su descontrol. Fue un pionero en el deporte y en las telecomunicaciones (dueño del grupo Mediaset); pero en política se enredó.
Encuentro en él muchas similitudes con Donald Trump. Unos fenómenos interesantes de estudiar, no necesariamente para replicar. Incluso ambos se hicieron a sí mismos en el mundo de la venta de inmuebles. Lo negativo sin duda son sus delitos, lo positivo… creo que nadie puede negar que forjó la narrativa de la Italia moderna, la de una clase media con derecho y anhelo por un mejor status.
Hubo una época en la que hasta Barack Obama cedía a sus encantos y seducido se tomaba fotos con él, ya en tiempos más recientes una imagen con Berlusconi no cotizaba en absoluto y los grandes líderes le hacían desplantes. Murió en su decadencia, una lástima, pudo ser el gran transformador que Italia, alguna vez, pensó que era.
Fue algo así como un icono desperdiciado en sí mismo. Que quede claro que con su muerte no se va su estilo de hacer política, dejó varios aprendices por el camino.