Las parejas, igual que las personas, generalmente pasan por una serie de etapas a través de su recorrido vital. Estas etapas surgen como consecuencias de las diferentes exigencias que la vida le hace a las parejas a medida que se presentan cambios en su existencia. Cada etapa está acompañada de cambios que requieren que la pareja se adapte a las nuevas circunstancias y si ello no ocurre, la pareja entra en crisis.

Cuando las personas se conocen y se sienten atraídas, se inicia un camino hacia el noviazgo que implica algunos cambios en sus costumbres como personas solteras. La exclusividad es una de las exigencias comunes que con alguna periodicidad generan problemas en las parejas.

Ocurre con alguna frecuencia que una de las personas sigue con las mismas costumbres anteriores al noviazgo y actúa en una forma que desagrada a la otra persona, que considera dichas acciones como una infidelidad.

Hasta ese momento las parejas no comparten la vida diaria y generalmente se ven en situaciones divertidas, como ir a cenar, o ir a comer, o tener relaciones sexuales. Pero en la siguiente etapa, cuando se inicia la convivencia (por una unión libre o un matrimonio), surgen las situaciones de la vida cotidiana, como el aseo del hogar, la elaboración de la comida, etc., que generan demandas que la pareja debe comenzar a responder con los recursos que posee o buscando nuevos recursos. Esto, y la desaparición de la novedad (con la consecuente monotonía), genera la posibilidad de nuevos conflictos. En nuestra cultura es común que el malestar surja porque alguno de los dos evade la necesidad de colaboración conjunta en las responsabilidades hogareñas, dejándole a la otra persona toda la carga.

Cuando nace el primer hijo se presenta otra transición a una nueva etapa, que genera la posiblemente mayor crisis conyugal: pasar de ser dos a ser tres, con el conflicto de celos que generalmente aparece cuando la madre se concentra excesivamente en la atención del bebé.

Cuando el primer hijo ingresa al sistema educativo, y surgen las responsabilidades académicas, la pareja debe nuevamente adaptarse a las exigencias de la nueva etapa. Muchas veces en nuestro medio esto se debe a que no hay acuerdo en cómo asumir estas responsabilidades. Frecuentemente una sola de las personas es la que asume la ayuda en las tareas escolares o participa en las reuniones de padres de familia, lo que genera problemas en la pareja.

Los hijos adolescentes traen un cambio en la disciplina de la familia. Es frecuente que se presenten conflictos en la forma como la pareja maneja los permisos y la libertad de los adolescentes para tomar sus propias decisiones. La cada vez más posible vida sexual de las adolescentes es frecuentemente la principal causa de los problemas en el hogar.

Cuando los hijos se van del hogar y las parejas se quedan solas hay también problemas conyugales. A las personas les cuesta trabajo jubilarse del trabajo de padres y madres, sobre todo si desde hace tiempo no le dedicaban interés y tiempo a su cónyuge.

Es importante mirar en cuál etapa estás tú y tu pareja, y cómo están afrontando los retos que esa etapa les trae, ya que eso es fundamental para la felicidad conyugal. Las parejas más felices y armoniosas son aquellas que transitan de una etapa a otra haciendo los cambios que las nuevas circunstancias exigen.