Hace pocos días terminó un año convulsionado, lleno de vicisitudes e incertidumbres, que zarandeó y atropelló a la humanidad en aspectos sustanciales y le tocó sobreaguar con situaciones adversas como la inflación, la guerra en Europa, el cambio climático, las olas migratorias, el rebrote de covid-19, entre otros. Como es natural y sin derecho al pataleo, se dejó atrás y, para reafirmarnos, siguiendo la tradición de la antigua Roma que prevalece en buena parte de Latinoamérica, lo quemamos simbólicamente en un muñeco, el 31 de diciembre, dejando atrás las aflicciones del año viejo.
Con optimismo abrimos la puerta a un 2023 esperanzador, repleto de expectativas e ilusiones, que nos ofrecerá múltiples oportunidades para mejorar el rumbo y corregir los errores. Además, nos brindará los medios para encarar las responsabilidades y obligaciones que retan nuestra vida a diario.
Para nuestro país, este año será trascendental en lo político por ser un año electoral de impacto regional. Desde ya se agitan los sonajeros de candidatos para elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles. Será necesario que la ciudadanía cumpla masivamente con su deber y ejerza, sin obstrucciones ni influencias, el derecho democrático de elegir a sus gobernantes.
La prevalencia de la violencia en varias regiones es sumamente preocupante y requiere toda la atención de los estamentos gubernamentales; por ello, esperamos que las negociaciones de paz con el ELN, las disidencias de las FARC, entre otros, se desarrollen en el mejor clima y permitan llegar a acuerdos que sellen una paz permanente, como es el anhelo de los colombianos.
La avanzada desaceleración económica mundial atropella al país. La OCDE prevé una ralentización del PIB, un consumo e inversión moderados por las altas cifras de inflación y tasas de interés. A nivel global persiste la influencia en este contexto económico de la guerra Rusia-Ucrania, que dista, por el momento, de llegar a su final. Por ello, es necesario que se definan políticas públicas contundentes que coadyuven en el crecimiento y consolidación de nuestro sistema productivo, única manera de promover progreso económico y desarrollo social.
También es importante promover un plan de seguridad alimentaria que permita disminuir la dependencia de la importación de alimentos, fomentando la agroindustria nacional y los cultivos de pancoger.
En cuanto a la educación, es necesario poner en marcha la agenda de ampliación de cobertura y fortalecimiento de la calidad, ya que es uno de los desafíos que mayor impacto generará en la transformación social del país.
Además, resulta imprescindible sustituir el pensamiento individualista y egoísta que nos ha convertido en una sociedad fragmentada y permanentemente enfrentada en la que prevalecen los intereses propios sobre las necesidades generales; es momento de hacer equipo y ponernos de acuerdo, aún en medio de las diferencias, por el bienestar de los colombianos. A todos mis lectores, les deseo un feliz año nuevo pletórico de salud y felicidad.