¿Depender de un solo jugador es, acaso, una terrible debilidad en el funcionamiento de un equipo de futbol? La respuesta es sí, si esa dependencia es el único argumento táctico que sostiene el entramado funcional del equipo.
Pero es no, si en primer lugar ese futbolista es lo suficientemente bueno y con espíritu afiliativo, y si el equipo tiene las necesarias variantes y seguridades colectivas que logran incorporar las virtudes de aquel sobresaliente jugador al andamiaje grupal.
¿Sería nocivo que el Junior de Barranquilla dependiera de Juan Fernando Quintero? No, siempre y cuando este entregue todo el caudal de fútbol que se espera del antioqueño, y si el equipo es capaz de lograr un fluido modelo de juego que se apoye en la solidez, interacción y compromiso de todos.
Que el estilo de juego de la escuadra rojiblanca esté liderado por una buena y continua versión de Quintero; por su calidad, cadencia y casi siempre acertada toma de decisiones, es una buena idea.
Más allá de esa cierta relación despreocupada con las responsabilidades grupales que pareciera tener, Juan Fernando Quintero es en esencia un jugador de equipo. Su personalísima calidad no es egoísta, disfruta haciendo lucir mejor a sus compañeros. Le encanta regodearse con el balón, pero le apetece más compartirlo. Así que, desde ese lugar habría ventajas en tenerlo como líder futbolístico.
Como conductor, necesita a quién conducir, no solo a uno (‘¿quién será el socio de Juan Fernando Quintero?’, se preguntan muchos)’, sino a todos. También requiere un funcionamiento que logre compensar su poca y ninguna prestación en la fase defensiva.
El cuerpo técnico y el resto de sus compañeros tendrán que encontrar la dinámica, la complementariedad y la complicidad necesarias para que ese liderazgo de ‘Juanfer’ Quintero no sea una dañina dependencia, sino el salto de calidad que todos los junioristas quieren.