La legítima defensa es un tema que, desafortunadamente, nunca pierde vigencia en nuestro país. La delincuencia persiste, y con ella, la necesidad de los ciudadanos de defenderse. Esta semana, un caso que se ha hecho viral en redes sociales nos confronta nuevamente con la complejidad de este concepto legal.

En el video, un ciudadano, tras ser víctima del hurto de su celular por dos delincuentes, decide perseguirlos a toda velocidad en su vehículo. Los ladrones, sin amenazar ni apuntar al ciudadano, huyen. Sin embargo, la persecución culmina con el conductor alcanzando y atropellando a los delincuentes, lo que resulta en la muerte de uno y heridas graves en el otro.

La pregunta que ha generado controversia es: ¿Se trata de un caso de legítima defensa? La respuesta es clara desde el punto de vista del derecho penal: no lo es.

La legítima defensa no es una herramienta para la venganza, ni para la justicia por mano propia. Para que un acto sea considerado legítima defensa, se deben cumplir ciertos requisitos esenciales: la agresión debe ser actual e inminente, la respuesta debe ser proporcional, y debe estar dirigida a la defensa de un derecho propio o ajeno.

En este caso, aunque el ciudadano intentaba defender su propiedad, la proporcionalidad en la respuesta se pierde al atropellar a los ladrones. El bien jurídico protegido, la vida, es superior al bien material, que en este caso es el teléfono, además de que la agresión ya había cesado, pues los delincuentes estaban en fuga sin representar una amenaza inminente.

Ahora bien, ¿esto significa que la víctima del robo podría enfrentarse a la cárcel? El derecho ofrece una salida en situaciones como esta, conocida como error de prohibición. Este concepto podría disminuir la pena, dependiendo de cómo se argumente, y es probable que un abogado logre un buen preacuerdo con la Fiscalía.

Es importante recordar que no podemos darle un mensaje equivocado a la ciudadanía. Si la situación hubiera involucrado una amenaza directa con un arma, entonces estaríamos hablando de una legítima defensa. Pero perseguir y embestir a un ladrón por un celular no cumple con los criterios legales de legítima defensa. Esto podría ser considerado un error de prohibición, lo cual no exime de responsabilidad, pero sí podría reducir la pena.

Así es, como este caso nos obliga a reflexionar sobre los límites de la defensa propia y la importancia de no confundir justicia con venganza. La ley está para protegernos, pero también para evitar que nos convirtamos en agresores en nuestra desesperación por proteger lo que es nuestro.