Se quedó corto el presidente Duque al objetar solo seis artículos de la Ley Estatutaria de la JEP. En realidad, el mandatario debió haber mandado a la basura todo ese engendro que pactaron el gobierno de Santos y los narcoterroristas de las Farc.
Desde el domingo, cuando el jefe de Estado hizo el anuncio, los integrantes del ala mamerto-santista han estado inconsolables. Y uno hasta los entiende. Debe ser muy duro para ellos que, de la noche a la mañana, alguien se oponga a su sueño de cogobernar con las guerrillas.
Un ejemplo claro de esos doloridos es el tal Sergio Jaramillo. Qué soberbia la del sujeto en mención. En una entrevista con Caracol Televisión, al otrora Alto Comisionado para la Paz le dio por tratar a Duque poco menos que a un peón de finca. Atrevido. Se le olvida que Duque ganó las elecciones con más de 10 millones de votos.
No conozco al exsenador Ómar Yepes, pero esta semana se fajó un trino que a la mayoría no se nos ocurrió. Los mamertos, escribió el veterano político, “perdieron en el plebiscito, perdieron en las elecciones presidenciales, y quieren imponer sus criterios”. Y agregó: Si Duque “ganó la Presidencia defendiendo unas tesis tiene pleno derecho, y aún deber, de aplicarlas. No se pueden imponer criterios perdiendo”. Pero no, los defensores de Santos y las Farc se creen con derecho a aplastarnos a las mayorías.
Nada más sagrado en las democracias que el voto de sus ciudadanos. En octubre de 2016, el Pueblo les dijo no a los acuerdos impuestos por las Farc a la débil administración de Santos. Pero el tramposo que por entonces habitaba la Casa de Nariño desconoció la voluntad popular y prefirió seguir amancebado con los de Timochenko.
Adicionalmente, el 17 de junio pasado Duque aplastó en las urnas a Petro, aspirante de la extrema izquierda, y se convirtió en el presidente de los colombianos.
Así y todo, Petro y sus seguidores quieren mandar en el país. Los pobres no han entendido que los votos no les alcanzaron en los comicios de hace nueve meses. Estamos, a Dios gracias, en el tiempo de Duque y de la gente sensata, no en el de los que quieren que en Colombia vivamos como en Venezuela: pobres, asustados, hambrientos, censurados y mandados por los cubanos.
Los “profarc” nos quieren hacer ver que Duque le propinó un golpe de muerte al “proceso de paz”. No se puede matar lo que nace muerto. Uno de los temores de ellos es que Santrich termine preso en Estados Unidos. Sería lo más justo. Nadie entiende cómo un bandido de esos goza en Colombia de unos privilegios jurídicos que a ningún otro mortal se le concede.
Desde hace rato Santrich debería estar guardado en el país del norte por lo que es: un vulgar narcotraficante. Que no nos vengan ahora los mamerto-santistas con el cuento de que en ese paseo llamado “proceso de paz” el malo es nuestro gobernante y los buenos son los que hasta hace poco asesinaban, secuestraban, traficaban drogas y violaban a niñitas de 10 y 11 años.
Por fortuna quedan voces valientes como la de la senadora Paloma Valencia, quien no se arredra para llamar narcoterroristas a los delincuentes que ahora se sientan en el Parlamento como si fueran gente de bien. O la de Lorena Murcia, de la Corporación Rosa Blanca y quien ha denunciado que algunos cabecillas de las Farc no solo abusaban sexualmente de las chicas, sino de los chicos guerrilleros.