Antes Amaranto y Osorio. Ahora Queiroz. Da la sensación que elaboran una burbuja en la que se sienten invulnerables, duros, fuertes y olvidan que en el fútbol muy rápidamente puedes pasar de una victoria, a un empate y a una derrota.

Amaranto sale eliminado de la Copa Libertadores y le achacó la culpa a las escuelas de formación, al gobierno de Duque y a la NASA.

Osorio no encontró el norte con Nacional, lo goleó Millonarios y la culpa fue del fútbol colombiano en su totalidad pues a los niños hay que comenzar a formarlos desde el vientre de la madre. Al día siguiente lo dejaron cesante.

Y ahora Queiroz que, hasta entonces, había mostrado talante, sindéresis y tino para manejar a la selección. No bien estuvo abajo en el marcador, no bien fue goleado y no bien terminó el juego ante los uruguayos para caer en la misma. La gramilla, el calor, el árbitro, la música que venía de los estaderos, los pajaritos de colores y hasta las lechuzas que ya no están fueron culpables de la fea derrota.

Cero balance real, cero responsabilidad, cero autocrítica. Si hubo un directo responsable de la debacle ante los uruguayos fue él. En lo de Cuadrado como lateral derecho, en la sacada de Barrios, y en el manejo de las modificaciones durante el juego en general.

Fue la primera vez que lo vimos vulnerable y, en medio de la presión de un Uruguay dándonos un repaso, no tomó las mejores decisiones llevado por la angustia. Su cara durante el juego lo delató.

Nada de malo tiene que un técnico diga, simplemente, me equivoqué. Todos nos equivocamos a diario. Pero se meten en la burbuja de un ego que no admite reconocimientos de errores.

Los técnicos que actúan así tienen una respuesta pronta para todo, pero siempre dirigida a que se equivocaron todos menos ellos. Esas posiciones de sabio Caldas los llevan a más errores y derrotas, hasta que tienen que irse.

Cuando ganan se olvidan de las miserias del mundo a las que achacan sus derrotas y entonces, todo está bien en la viña del señor y explican su victoria sin a mirar el tiempo que les lleve.

A Queiroz hay que recordarle hoy que lo más grave no pasó con la derrota ante Uruguay. Lo más grave podría ser volver a perder con Ecuador e irnos sin puntos en este segundo combo de partido. Si eso pasa, hablara de culpables como la altura de Quito, el miedo a que el Chimborazo explotara, el sol de montaña de las cuatro de la tarde y las golondrinas que a esa hora comienzan a buscar refugio.

Ojalá sólo haya sido un mal partido. Y ojalá sólo haya sido un mal paso de Queiroz. Ojalá...